El vasto horizonte de campos de arroz en Isla Mayor, que engalanó las escenas panorámicas de la película premiada con 10 Goyas en 2014, La Isla Mínima, está en crisis. Los arroceros de las Marismas del Guadalquivir, que albergan el mayor arrozal de Europa, están sufriendo graves pérdidas debido a la extrema escasez de agua que ha golpeado la región.
El año pasado, la falta de agua llevó a los agricultores a dejar de sembrar, lo que provocó pérdidas por más de 700 millones de euros y la eliminación de 5.000 empleos, según estimaciones de la Federación de Arroceros de Sevilla. En este año, la situación parece estar siguiendo un camino similar. Sin lluvias en las próximas semanas, se espera que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) reduzca aún más la dotación de agua para riego.
La situación es desastrosa no solo para el sector del arroz, sino también para el pueblo de Isla Mayor, que ha construido una industria en torno a este cultivo y la pesca del cangrejo de río, una especie invasora que se ha convertido en un manjar muy apreciado más allá de las fronteras de España. La falta de arroz ha llevado a una disminución en la producción de cangrejo, lo que añade más estrés económico a la región.
La falta de agua ha obligado a la CHG a recortar el agua para el riego en un 90%, afectando no solo al arroz, sino también a otros cultivos como el algodón, el maíz y el tomate de industria, que son fundamentales para el desarrollo agrícola en provincias como Sevilla o Cádiz.
Ante la sequía que parece ser cada vez más una condición permanente en Andalucía, algunos agricultores de las marismas sevillanas han optado por cambiar temporalmente sus cultivos. Sin embargo, el director gerente de la Federación de Arroceros de Sevilla, Eduardo Vera, enfatiza que estas acciones son una respuesta a la desesperación y no una sustitución permanente.
El año pasado, solo el 2% de las 37.000 hectáreas destinadas al cultivo del arroz pudieron ser cultivadas. En respuesta a esta crisis, en la campaña de 2022, los arroceros optaron por sembrar cereal de secano de invierno en unas 1.500 hectáreas de la Marisma, principalmente trigo, triticale, avena o cebada.
Vera subraya que el cambio de cultivo no es un abandono del arroz, y destaca las propiedades sostenibles del cultivo del arroz, que tiene la huella de carbono más baja a nivel mundial y cumple con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.
La sustitución de los cultivos es un intento de los agricultores por mantener activos sus campos y mantener parte de la mano de obra, más que por los beneficios económicos que se puedan obtener.
Una de las reivindicaciones históricas del sector es la necesidad de obras que proporcionen un suministro de agua libre de salinidad. Este año, la CHG ha comenzado a abordar estas necesidades con el objetivo de aislar el cultivo del arroz de los efectos de la salinidad.
El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico ha licitado la redacción de los proyectos de cinco obras en la zona, incluyendo nuevos canales de distribución para la zona arrocera de la margen derecha del río.
Sin embargo, estas inversiones no pueden frenar otra campaña de pérdidas para los arrozales sevillanos si no hay lluvias constantes. Los arrozales sevillanos solían aportar el 40% de la producción nacional de arroz, pero si las condiciones actuales persisten, el sector podría enfrentar otro año en blanco.
«Ojalá marzo y abril vengan cargados de agua y podamos hablar de recuperación; lo necesitamos», desea Eduardo Vera.
