El efusivo reencuentro entre Xavi Hernández y Luis Enrique

La imagen transmitida por la televisión, capturada en el túnel de vestidores minutos antes del partido de Champions League que enfrentaba al Paris Saint Germain con el Barça, mostraba a dos hombres encontrándose de frente. Eran los dos entrenadores, excompañeros en el terreno de juego, Luis Enrique y Xavi, dos figuras admiradas por miles, o quizás millones, de seguidores del fútbol.

La escena, que he revisado en video varias veces, tiene algo hipnotizante y pintoresco. Los gritos, los golpes en la espalda, las sonrisas expansivas, los comentarios rápidos y las carcajadas, todo unido a una gestualidad exuberante, parece más un ritual animal que una simple interacción humana. Es la coreografía del macho alfa, una performance cargada de chulería y sonidos guturales que resulta a la vez fascinante y risible.

Mirando más allá de la superficie, uno puede detectar una especie de caricatura de la masculinidad. Se trata de un espectáculo que puede resultar agotador para quienes se ven obligados a participar en él. Uno no puede evitar preguntarse cuánto de esta performance es realmente auténtica y cuánto se debe a la presión de tener que comportarse de determinada manera para ser aceptado en ciertos círculos. Para ser considerado un «hombre de verdad», para usar un término tan cargado y problemático.

Asumo que muchos hombres, especialmente aquellos que han crecido en entornos predominantemente masculinos, aprenden este tipo de comportamiento desde una edad temprana. Sin embargo, siento compasión por aquellos que se ven obligados a adoptar estos roles para evitar ser señalados o aislados. Puedo imaginar a jóvenes practicando sus movimientos y gestos frente a un espejo, buscando la cantidad justa de chulería que puedan transmitir en cada instantánea de esta coreografía masculina.

No estoy seguro de dónde surge este tipo de hombre, pero estoy convencido de que no es algo natural. Más bien, parece ser un producto de la presión social y las expectativas de género que prevalecen en ciertos círculos. Afortunadamente, hay otros espacios donde los hombres pueden ser simplemente ellos mismos, sin tener que recurrir a rituales de dominación o competencia. Lamentablemente, estos espacios no suelen recibir la misma atención mediática que el mundo del fútbol y otros deportes similares.

Es posible que, lejos de las cámaras, Luis Enrique y Xavi se hubieran saludado de una manera menos teatral. Sin embargo, el hecho de que eligieran interactuar de la manera que lo hicieron, aunque no haya nada inherentemente malo en ello, puede resultar un tanto embarazoso para los espectadores. No por lo que dice de ellos como individuos, sino por lo que revela sobre las normas y expectativas de género que todavía persisten en nuestra sociedad.

En última instancia, esta es una cuestión que va más allá del fútbol y toca cuestiones más profundas y complejas relacionadas con la masculinidad y la identidad de género. Es importante que continuemos cuestionando y desafiando estas normas, para que todos los hombres, independientemente de su profesión o pasatiempos, puedan sentirse libres para ser ellos mismos sin miedo a las críticas o al rechazo.