Luis Enrique y Xavi, durante el PSG-Barça en el Parque de los Príncipes.

Mientras el reloj marcaba una hora antes del inicio del partido, Luis Enrique y Xavi se cruzaron en el túnel de vestuarios. La charla entre ambos fue relajada, llena de bromas, y culminó con un abrazo efusivo. Dos viejos amigos que se reencuentran, con un buen rollo que Enrique, el anfitrión y técnico asturiano, sabe llevar a la perfección. Como él mismo ha señalado, siente que es un buen representante del estilo azulgrana. Este encuentro casual y amigable ocurrió antes del monumental triunfo azulgrana en París (2-3).

La cuestión que se plantea es, ¿ocurrió algo relevante? Sí y no. Sí, porque se estaba debatiendo el patrimonio del Barça. Y no, porque Enrique solo quiso reivindicarse en la sala de prensa antes de lanzar un par de golpes ficticios en el interior del estadio. Todo esto sucedió segundos antes de abrazar a su colega, quien fue en su día compañero, luego jugador suyo (2014-2017) y ahora rival del banquillo (2024).

El encuentro entre ambos se caracterizó por el buen humor. «¡Pelopo!», comenzó gritando Enrique al egarense, recuperando ese apodo que siempre ha tenido, mientras hacía gestos de boxeador. «¡Qué agresividad! ¡Qué agresividad!», le respondió Xavi, el técnico del Barça. La réplica de Enrique no se hizo esperar: «¡Qué dice agresividad si ya sabes cómo voy siempre!».

Enrique también tuvo tiempo de saludar a Pedri y Gavi, jugadores suyos en la selección española, mientras Ronaldinho se paseaba feliz por el Parque de los Príncipes saludando a los ultras del conjunto parisino y abrazándose a Mbappé. Durante el partido, ambos técnicos intervinieron con acierto. Enrique reaccionó tras el 0-1 de Raphinha tomando medidas drásticas en el descanso.

Retiró a Marquinhos de lateral derecho para ubicarlo como central, confinó a Lucas Hernández en la banda y dio entrada a Barcola como extremo derecho, enviando a Dembélé a la posición de ‘falso nueve’ y a Mbappé en la izquierda. En tres minutos trágicos (del 48 al 51) llegaron los dos goles del PSG, lo que provocó una atinada y acertada reacción de Xavi.

El técnico azulgrana apostó por jugadores creativos (João Félix y Pedri), que tuvieron su recompensa inmediata con la asistencia del canario a Raphinha para el 2-2. Los cambios de Xavi realmente cambiaron al Barça para bien. Sacó a Ferran Torres y Christensen (m. 76) y un minuto más tarde llegó el 2-3 a balón parado. Córner sacado por Gündogan y cabezazo del danés para el 2-3.

En una segunda mitad enloquecida, ‘Pelopo’ se levantó para levantar a su Barcelona. Además, enjauló de tal manera a Mbappé, que lo dejó seco. Literalmente seco, incapaz de hacerle daño alguno a Koundé, ayudado por Araujo, su red de seguridad. Ni un tiro a puerta firmó el delantero y capitán del PSG. En 94 minutos, disparó tres veces: una fuera y dos bloqueados.

Después del encuentro, Xavi se marchó orgulloso de vuelta a casa tras firmar un soberbio triunfo en París, aunque preocupado, porque la próxima semana en Montjuïc no contará con Sergi Roberto (vio la amarilla) ni tampoco con Christensen (amonestado con otra tarjeta).

Terminado el encuentro, con los jugadores azulgranas dirigiéndose al rincón del Parque de los Príncipes donde habitaron 2.100 culés, el técnico se abrazó con Enrique. El segundo abrazo de una noche en la que Joan Laporta desde el palco exteriorizaba su enorme alegría atisbando la semifinal de la Champions. Y, además, defendió, pese a esos dos goles encajados en tres minutos, con equilibrio, cometiendo tan solo ocho faltas.

A pesar de perder la posesión (se quedó con el 44%) y quedarse sin el balón, el Barça tuvo la personalidad necesaria para reconstruirse de ese horrible inicio de la segunda mitad. Y dejó en París la gran huella europea que perseguía Xavi desde hace mucho tiempo.