Míchel, el técnico del Girona, celebra el pase a Europa con una camiseta conmemorativa en Montilivi.

El idilio del Girona FC con el balón parece no tener fin. La pasión del equipo por el fútbol es correspondida generosamente por el deporte, que celebra la aparición de un equipo maravilloso capaz de elevar el arte del toque a nuevas alturas. Dos goles deslumbrantes en la primera mitad frente al Cádiz dejaron al estadio de Montilivi, un lugar acostumbrado a hazañas milagrosas, deslumbrado. Tras la exhibición, que terminó con un marcador de 4-1 a favor del Girona, los jugadores y el entrenador lucieron una camiseta roja con el lema «Europa, ja som aquí» (Europa, ya estamos aquí). Pero este es solo el comienzo.

El equipo ha llegado, por ahora, a la Europa League, dejando asombrados a sus fieles seguidores que acuden con devoción a la procesión semanal. Este éxito es el fruto de la dedicación y el esfuerzo del entrenador Míchel en La Vinya, la ciudad deportiva del club. Con solo seis jornadas restantes (18 puntos en juego), el Girona tiene una ventaja de 10 puntos sobre el Athletic. En otras palabras, ya están en Europa y están al alcance de la Champions League, con Montilivi haciendo la ola.

El Girona es un equipo redondo, y el primer gol fue una demostración de inteligencia orquestada por Salva Funez, el segundo entrenador. Un saque de esquina servido por Aleix García se convirtió en un pase suave de Iván Martín a Savinho.

Este último amortiguó la pelota, centró con la zurda, y lo que siguió fue una asistencia exquisita para que Eric García cabeceara el 1-0. En ese momento, Míchel se giró eufórico hacia Funez, el autor intelectual de esa maravilla. Montilivi, acostumbrado como está a estos espectáculos, ni siquiera pestañeó. Era solo otro gol para la colección.

El segundo gol del Girona fue de tal sofisticación que podría estudiarse en las escuelas de fútbol. De nuevo, por la derecha, y esta vez con el balón en movimiento. Eric pasó a Yan Couto, antes lateral derecho y ahora extremo, y éste devolvió el balón al central cedido por el Barça. Un control y un pase de Eric para Miguel, que se inventó un taconazo delicioso para que Iván Martín, con un preciso zurdazo, elevara la acción a obra de arte futbolística.

La primera mitad fue una muestra de exquisiteces futbolísticas. El disparo exterior de Yangel Herrera que se estrelló en el poste derecho andaluz, o la delicada vaselina de Savinho, que rozó el larguero frustrando el 3-0. Entonces el público se puso de pie para aplaudir a un equipo gigantesco que se marchó al descanso dejando una huella imborrable.

Los números, con un 68% de posesión y solo tres tiros del Cádiz, ninguno a la portería de Gazzaniga, no pueden describir lo que sintieron los aficionados del Girona. Era una sensación casi sobrenatural, de felicidad extrema, porque están disfrutando de un equipo como nunca antes se había visto en la ciudad.

En la segunda mitad, sin embargo, se vio un Girona diferente. Y también un Cádiz diferente, motivado por la necesidad de escapar del descenso a Segunda División. La reacción del Cádiz llevó a Míchel a hacer ajustes en su equipo, que había quedado deslumbrado por el fútbol que había desplegado.

Finalmente, Miguel irrumpió con velocidad y calma por la banda izquierda para encontrar a Dovbyk, que llevaba más de una hora sin disparar a puerta. Pero se guardó lo mejor para ese tercer gol.

Los tres primeros goles fueron hermosos. El control del ucraniano, el giro de bailarín y el zurdazo, validados por el VAR, confirmaron una goleada espectacular que les permite acercarse a la Champions League.

Con 18 puntos en juego, el Girona tiene una ventaja de 10 puntos sobre el Athletic, con Dovbyk como Pichichi de la Liga con 18 goles. Capaz de reaccionar rápidamente al 3-1 de Escalante con el gol más astuto de todos. Quizás el gol más terrenal, el de Portu, un jugador que hace que cada minuto sea una bendición para su equipo y su entrenador. Este gol ilustra bien el hambre de un equipo que ya está en Europa y que tiene la Champions League a la espera.