Rosas de pitiminí.

La tradición de Sant Jordi, celebrada en Cataluña, España, es conocida por la costumbre de regalar una rosa roja a la pareja, una tradición que se remonta a la leyenda del caballero Sant Jordi y el dragón. Sin embargo, en los últimos años, esta tradición ha evolucionado para ser cada vez más inclusiva y respetuosa con el medio ambiente. Hoy en día, la rosa de Sant Jordi no entiende de sexos ni de colores, y existen diversas alternativas a la rosa roja tradicional.

Las propuestas más modernas y eco-friendly sugieren regalar una rosa hecha de papel reciclado o de tela, o incluso un rosal entero de flores de pitiminí. Esta variedad de rosas en miniatura es una opción más sostenible, ya que no implica la mutilación de cientos de rosales como lo hace la tradición de regalar una única rosa.

El término pitiminí proviene del vocablo francés «petit», que significa pequeño, y «menu», que quiere decir menudo. Así, pitiminí se refiere a algo pequeño o minúsculo. Sin embargo, a pesar de su pequeño tamaño, las flores de pitiminí tienen un significado igual de potente que las rosas rojas tradicionales y pueden representar cualquier sentimiento que se quiera expresar en Sant Jordi.

Las rosas de pitiminí son en realidad rosas casi idénticas a las rosas tipo híbrido de té, que son las de tamaño normal que se suelen vender por Sant Jordi. Son arbustos perennifolios que pueden llegar a medir entre 20 y 100 centímetros de altura y producen flores de entre cinco y doce centímetros de diámetro. Los colores de las flores de pitiminí son muy variados, y van desde el amarillo al rosa, rojo y blanco.

Regalar una maceta con un rosal de pitiminís en Sant Jordi puede ser una excelente alternativa a la rosa roja tradicional. Si se opta por esta opción, es importante tener en cuenta que el rosal debe ser trasplantado a una maceta grande o al suelo y que requiere acceso a la luz y sol directo, así como un buen sustrato y abono.

El riego es también un aspecto clave en el cuidado de los rosales de pitiminí. Lo ideal es regar la planta cada cuatro días, aunque en verano la frecuencia puede ser mayor. Además, los rosales de pitiminí requieren una poda en invierno, aunque no tiene que ser excesiva: con una pinzada de tres o cuatro dedos basta.

Por otro lado, las rosas de pitiminí son propensas a las plagas y enfermedades, como el oídio y el mildiu. Para combatirlas, se recomienda aplicar un fungicida preventivo de forma periódica. Un fungicida casero y barato puede ser elaborado disolviendo una cucharada de bicarbonato de sodio en un litro de agua y rociando las hojas del rosal de pitiminís.

El regalo de una rosa en Sant Jordi es una hermosa tradición, pero no tiene por qué ser perjudicial para el medio ambiente. Las alternativas eco-friendly como las rosas de pitiminí permiten mantener viva la tradición a la vez que se respeta la naturaleza.