Carme Coma es perica desde la cuna. En su familia el Espanyol es una tradición que pasa de generación en generación. Había logrado un sueño desde pequeña: estar sobre el césped de su estadio cada dos semanas, junto a los jugadores de su equipo vistiendo la misma equipación. La única diferencia es que ella portaba una cabeza de periquita, ya que llevaba una década siendo la mascota del club. Hasta que hace cinco años su sueño se convirtió en pesadilla.
Una Tradición Familiar y un Sueño Cumplido
Carme Coma creció en una familia donde el amor por el Espanyol se respiraba en cada rincón de la casa. Desde pequeña, sus padres le inculcaron la pasión por el club, llevándola a los partidos y compartiendo con ella los momentos de gloria y derrota. No era extraño verla con la camiseta blanquiazul, soñando con el día en que pudiera formar parte de la historia del equipo.
Ese sueño se materializó cuando le ofrecieron el puesto de mascota oficial del Espanyol. Durante diez años, Carme se convirtió en la querida periquita que animaba a los aficionados en cada partido. Su entusiasmo y dedicación hicieron de ella una figura emblemática, no solo para el equipo, sino también para la comunidad de seguidores.
Sin embargo, ese sueño comenzó a desmoronarse hace cinco años. Un incidente en el estadio cambió para siempre la forma en que Carme veía su papel en el club. Durante un partido crucial, un grupo de aficionados comenzó a mostrar una actitud violenta y despectiva hacia ella. Lo que comenzó como burlas y comentarios hirientes, rápidamente escaló a una situación insostenible.
Carme, que siempre había visto al Espanyol como una familia, se sintió traicionada y desamparada. A pesar de que intentó seguir adelante y mantener su sonrisa, el impacto emocional fue demasiado fuerte. La directiva del club intentó mediar y ofrecerle apoyo, pero el daño ya estaba hecho.
El Apoyo de la Comunidad y la Decisión de Marcharse
Con el tiempo, Carme decidió alejarse del estadio y de su rol como mascota. La comunidad periquita y muchos aficionados le mostraron su apoyo a través de las redes sociales y mensajes personales. Sin embargo, la herida seguía abierta. Fue entonces cuando decidió que era momento de dejar atrás una década de servicio y dedicación.
Hoy en día, Carme Coma sigue siendo una ferviente seguidora del Espanyol, pero desde las gradas, como una aficionada más. Su historia es un recordatorio de que, a veces, los sueños pueden convertirse en pesadillas, pero también de que el amor y la pasión por un equipo pueden perdurar a pesar de las adversidades.
Para más información sobre la historia del Espanyol, puedes visitar su sitio web oficial.
Fuente de la información: El Periódico