Cancelo, Fermín y Lamine Yamal, tras el 1-0 que marcó este al Mallorca en Montjuïc.

En una noche que parecía predestinada para la tristeza y el dolor, el Barça enfrentó uno de los peores partidos de su historia reciente. Mientras tanto, en Madrid, me encontré con Balde, uno de los defensas más destacados del equipo azulgrana, recuperándose satisfactoriamente de su reciente operación.

A pesar de la sombría perspectiva del equipo, Balde se mostraba optimista, no solo en su recuperación personal, sino también en el futuro de su equipo. Este optimismo se contrapone a la decepcionante actuación del equipo esa noche. En una jugada que resultó ser determinante, Lamine Yamal, un contemporáneo de Balde, fue el elegido para resolver el dilema que el Barça estaba enfrentando.

El partido fue tan malo como el disparo de Gündogan, un disparo que simbolizaba la mala suerte o el destino negativo que lo persiguió durante todo el partido. Hasta su sustitución final, el equipo parecía haber encarrilado un resultado esquivo como un pez.

Tras un penalti no celebrado, ejecutado por Gündogan con una desgana inusual en un futbolista de su calibre, el Barça se desmoronó. El equipo parecía un juego de verano, con resultados tan mediocres en ambos lados que casi parecía que estaban a punto de colgar el cartel de «aquí no se juega».

Todo este tiempo muerto fue agotador, parecía hecho para alejarnos del escudo del Barça, cansados de la inoperancia de una delantera en la que solo Yamal parecía capaz de levantar el ánimo del equipo. Este estado de ánimo se reflejaba en Xavi, que controlaba el equipo desde la melancolía de su destierro.

La era ‘posmessi’ ha sido un periodo difícil para el Barça. Desde la salida del gran jugador argentino Messi, que creció en la Massía, la nostalgia ha estado presente en cada partido. Sin embargo, en la misma mañana en que me encontré con Balde en Madrid, también tuve la oportunidad de ver a Messi, a Luis Suárez y a Busquets.

Esta ola de nostalgia me llevó a reflexionar sobre cómo estos jugadores, cuyas hazañas solían ser recompensadas con goles y la alegría de ver jugar, ahora están tan ausentes en el Barça. En su lugar, quizá solo Yamal o Balde podrían ser capaces de revivir esos momentos mágicos.

El Barça parecía estar atrapado en una vejez prematura de la que le sería imposible despertar. Y así, en medio de la desesperanza, llegó el gol de Yamal, un gol que fue como ganar la lotería del Niño, un gol que trajo la buena suerte al equipo y que fue un recordatorio de lo que Messi representó para el equipo.

Así, Lamine Yamal y el Barça ganaron. Por un tiempo, el nombre de Yamal será el talismán del equipo, al igual que Messi lo fue en su momento. La sombra de Messi sigue siendo más larga que su estatura, pero ahora, la lotería del Niño está en las manos de Yamal.