Cerca del 90% de las mujeres de entre 18 y 30 años aseguran utilizar filtros de belleza antes de publicar fotos suyas en las redes sociales. Aplican esos retoques digitales para parecer más atractivas. Sin embargo, esa tendencia puede influir no solo en su percepción física, sino también intelectual.
En los últimos años, el uso de filtros de belleza se ha convertido en un fenómeno omnipresente en plataformas digitales como Instagram, Snapchat y TikTok. Estos filtros permiten a los usuarios modificar su apariencia de manera significativa, alterando rasgos faciales, suavizando la piel y aplicando efectos que transforman la imagen original. Aunque estos filtros pueden ser vistos como una forma de expresión creativa, también han suscitado preocupaciones sobre su impacto en la autoestima y en la identidad personal.
Consecuencias Psicológicas y Sociales
El uso frecuente de filtros de belleza está relacionado con una serie de consecuencias psicológicas. Estudios han mostrado que el uso continuo de estos filtros puede llevar a una discrepancia entre la imagen percibida y la autoimagen real. Esta discrepancia puede resultar en insatisfacción corporal, lo cual a su vez puede desencadenar trastornos emocionales y psicológicos, como ansiedad y depresión.
Además, la presión para cumplir con ideales de belleza inalcanzables impuestos por los medios digitales puede afectar la forma en que las mujeres jóvenes se perciben a sí mismas. La búsqueda constante de aprobación a través de ‘me gusta’ y comentarios en sus publicaciones puede llevarlas a desarrollar una dependencia de la validación externa. Este ciclo puede influir negativamente en el autoconcepto y en la autoestima, creando una autoimagen distorsionada.
En el ámbito social, la normalización del uso de filtros de belleza también puede tener implicaciones significativas. Estos filtros pueden perpetuar estándares de belleza poco realistas y contribuir a la homogeneización de las características físicas. Esto no solo afecta a las personas que utilizan estos filtros, sino también a aquellos que interactúan con imágenes manipuladas, alterando sus expectativas sobre la belleza y la apariencia humana.
La creciente dependencia de los filtros digitales ha llevado a expertos a cuestionar la relación entre la autoimagen digital y la identidad personal. La capacidad de modificar la apariencia con un solo toque plantea interrogantes sobre la autenticidad y el valor de la belleza natural. En un mundo donde las imágenes manipuladas son la norma, la línea entre lo real y lo ficticio se vuelve cada vez más difusa.
En conclusión, aunque el uso de filtros de belleza puede parecer inofensivo y divertido, es esencial considerar sus implicaciones a largo plazo. La combinación de presión social, insatisfacción corporal y autoimagen distorsionada plantea desafíos significativos para la salud mental y el bienestar de las mujeres jóvenes. La búsqueda de una belleza idealizada puede tener un costo emocional que va más allá de la apariencia física.
Fuente de la información: El Periódico