Jugadoras del primer equipo de baloncesto femenino del campo de refugiados de Shatila, en Beirut.

Por diez años, ha existido un equipo femenino de baloncesto en el campo de refugiados de Shatila, en Beirut, una iniciativa iniciada por un pintor palestino llamado Madji. Su intención original fue proporcionar a su hija una alternativa al matrimonio infantil, una práctica común en la región. Desde entonces, más de cien niñas han encontrado en el baloncesto una fuente de esperanza y un medio para imaginar un futuro diferente.

Rola Al Ferkh, un miembro del equipo, lo expresa de manera simple pero poderosa: «El baloncesto nos ha sacado de un lugar realmente malo«. Al Ferkh y sus compañeras de equipo ven el deporte como una herramienta para moldear su futuro, permitiéndoles construir su propia carrera y romper con las expectativas tradicionales de casarse a temprana edad. En el equipo, la educación se valora tanto como el rendimiento deportivo, y es imprescindible que las jugadoras continúen sus estudios.

La visión de Al Ferkh para su propio futuro es un testimonio del impacto que el equipo de baloncesto ha tenido en su vida: «Incluso si no juego a baloncesto más adelante, quiero ser exitosa, estudiar y tener mi propia vida«. A los 23 años, ya obtuvo un título universitario en finanzas y no tiene prisa por casarse.

El campo de refugiados de Shatila fue establecido para acoger a más de 3.000 palestinos que huían del conflicto con Israel en 1948. Hoy en día, se estima que alberga a unas 40.000 personas en condiciones de hacinamiento. Los desafíos de la vida en el campo son numerosos, desde la falta de servicios básicos como la electricidad y el agua potable, hasta la inseguridad y la falta de oportunidades.

En medio de estas condiciones difíciles, la cancha de baloncesto se ha convertido en un espacio seguro para las jóvenes del campo. La psicóloga del equipo, Rola Fares, explica que la cancha es un lugar donde las chicas pueden desarrollar sus habilidades físicas y mentales y comenzar a pensar de una manera diferente, centrándose en sí mismas en lugar de en las limitaciones de su entorno.

El baloncesto ha proporcionado a estas jóvenes una alternativa a los matrimonios infantiles, al abandono escolar y a las drogas. El entrenador del equipo, Madji Majzoub, ve el baloncesto como un trampolín para las jóvenes, una oportunidad para romper el ciclo de dificultades y abrir nuevas puertas.

«El baloncesto es mi vida entera«, dice Amenah Al Madani, la pívot del equipo. «Es lo único que me hace evadir de la realidad, otro mundo donde siempre quiero estar».

Aunque los padres de muchas de las chicas inicialmente se mostraban reticentes a que sus hijas participaran en deportes, el equipo ha trabajado para cambiar estas mentalidades. Rola Fares destaca que «intentamos empoderar a las chicas y hacer que los padres cambien su forma de pensar».

Txell Feixas, periodista y autora del libro ‘Aliades’, que narra la historia del equipo, elogia a Madji por su papel como agente del cambio. Según ella, Madji es un ejemplo de que, a pesar del machismo predominante en la región, también hay hombres que ayudan e impulsan esta lucha compartida.

A pesar de los desafíos, el primer equipo de baloncesto femenino de Líbano ha conseguido inspirar a las jóvenes de Shatila. A través del baloncesto, estas chicas están aprendiendo a luchar por su propio destino, y en el proceso, están cambiando las actitudes y expectativas de su comunidad.