Maratón de Barcelona: una experiencia inolvidable en el corazón de Cataluña. «Estamos donde queríamos estar», una frase que resonó en mis oídos mientras corría, guiado por los ‘liebres’ o prácticos que la organización pone a disposición de los corredores. El objetivo: completar los 42km y 195 metros que separan el punto de partida del Arc de Triomf, con el propósito de hacerlo en menos de tres horas.
Un objetivo ambicioso, considerando que sólo el 10,9% de los corredores de maratón en España logran hacerlo en ese tiempo, según datos de carreraspopulares.com. Pero más allá del tiempo, correr una maratón es un desafío personal, una forma de empujar los límites de lo que uno cree posible.
En mi caso, la decisión de correr una maratón vino después de años sin hacer deporte. La pandemia del Covid-19 me hizo reconsiderar la idea de permanecer encerrado en un gimnasio, y en su lugar, opté por correr al aire libre, explorando las calles de la ciudad. Comencé con medias maratones y carreras de 10km, y gradualmente me encontré cayendo en el vicio del ‘running’.
Correr, sin embargo, no es solo un deporte solitario. Un año y medio atrás, me uní a Breaking 3, un club de corredores del barrio madrileño del Ensanche de Vallecas. Correr en solitario puede ser tedioso, pero compartir la experiencia con otros hace que los largos kilómetros sean más llevaderos.
La maratón de Barcelona fue una experiencia que recordaré para siempre. Sin embargo, la organización de la carrera por RPM Sports y el Ayuntamiento de Barcelona podría mejorar. La comunicación con los participantes a través de correo y redes sociales fue insuficiente y la entrega de dorsales se realizó en un lugar demasiado pequeño, lo que causó largas colas bajo la lluvia.
A pesar de los contratiempos, mi experiencia en la maratón fue positiva. Me encontré corriendo junto a mi compañero de club, Fernando Triguero, hasta el kilómetro 15, donde tuve que seguir solo. En el camino, me encontré con otros corredores, compartiendo ese idioma universal del atletismo que no entiende de fronteras ni lenguas.
Los últimos kilómetros de la carrera me los llevé para mí. El ambiente era eléctrico, con el público animando a los corredores como si estuviéramos en el Tour de Francia. La entrada a la meta en el Arc de Triomf fue un espectáculo, un acierto de la organización que espero se repita en futuras ediciones.
La Maratón de Barcelona es más que una carrera. Es una prueba de resistencia y de superación personal. Es un evento que une a los corredores de todo el mundo, en una celebración de la resistencia humana y el amor por el deporte. Y para mí, es un recordatorio de que, con determinación y esfuerzo, podemos alcanzar cualquier meta que nos propongamos.
