Explorar los caminos menos transitados siempre es un desafío. Afortunadamente, en el mundo deportivo, las mujeres tienen cada vez más modelos a seguir y caminos ya trazados que pueden adoptar para avanzar. Sin embargo, hubo un grupo de deportistas pioneras que fueron las primeras en romper las barreras en un mundo que anteriormente no las tenía en cuenta. Marta Cantón es una de esas pioneras. En los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, ella obtuvo el primer diploma olímpico para una deportista catalana. Pero sus logros no se limitan a esa fecha; muchos de ellos vinieron antes y después.
Marta Cantón comenzó su camino en la gimnasia rítmica a los 9 años en su colegio. La profesora de Educación Física, Marita López, una pionera en la gimnasia rítmica, le preguntó si quería formar parte del equipo. Con entusiasmo, Marta accedió y con 15 años se trasladó a Madrid para entrenar con la selección nacional, siendo una de las primeras deportistas en dar el paso.
A pesar de que la transición no fue fácil, Marta perseveró. «Los primeros momentos son duros. Te encuentras un poco desangelada porque allí estaba viviendo en un piso, donde yo alquilaba una habitación. El problema fue cuando me fui a Madrid, que ya no tenía mi grupo y tenía que crear otro grupo», recuerda.
Aunque las deportistas dedicaban gran parte de su tiempo a la actividad deportiva, no eran reconocidas como profesionales. «Estaba valorado como una cosa más amateur, una cosa de amor al arte. Cobrábamos muy poquito dinero y se iba el dinero para pagar el colegio», comenta Marta.
Marta fue una de las primeras en tomar la iniciativa de dedicarse completamente a su carrera deportiva. Antes de los JJOO de Los Ángeles, habló con Emilia Boneva, la entrenadora nacional, y le propuso dejar los estudios para entrenar más. Boneva accedió y Marta comenzó a entrenar por la mañana y por la tarde.
Salir adelante sin un referente es difícil, pero Marta sostiene que con voluntad y amor por lo que haces, se puede lograr. «Es como ir caminando, en el camino siempre hay piedras, pero tú sigues. Si tienes un problema, busca una solución. Problema, solución, problema, solución. Y así se ha forjado mi vida», dice.
En los Juegos Olímpicos, Marta describe la experiencia como «un bombazo, fue brutal». Por primera vez, se encontró rodeada de deportistas que había visto en la televisión y que ahora se encontraban a su lado.
Tras los juegos, Marta decidió retirarse del deporte y centrarse en sus estudios, algo que había dejado pendiente. «Mis objetivos se habían cumplido. La Federación me dijo que me tenía que quedar, que en 1985 era el Campeonato del Mundo en Valladolid y yo era una referente y tenía que estar. ¡Me convencieron fácilmente! Continué, pero siempre con la mentalidad de que la vida no es solo el deporte, la vida es mucho más», cuenta.
El proceso de transición a la vida «normal» no fue fácil. «Dejar el deporte y volver a estudiar. Sales de una burbuja y vas a otro sitio donde el fair play del deporte no existe. Ni tampoco la jerarquía, y me costó poco encontrarme. Hice la carrera de educación física. Tu inserción es bastante complicada porque no hay mucha ayuda. Es complicado porque los valores deportivos no existen en la vida real y nos llevamos muchas tortas», explica Marta.
Hoy, Marta se considera una mujer que ha hecho la práctica deportiva como un experimento de cómo ella la puede transmitir. Le gusta educar con toda la experiencia que ha vivido, porque tiene muchas herramientas.
En cuanto a la evolución del deporte femenino, Marta cree que aún queda camino por recorrer para equipararse con el deporte masculino. «Tenemos que seguir ahí, debemos seguir demostrando que no hay ninguna diferencia, sino que todos somos válidos para todo. Cada uno con sus características y con su naturaleza. No debe haber competición entre hombres y mujeres, sino que sea una cosa constructiva para que todos sigamos haciendo una humanidad mejor», concluye.