El estudio científico más reciente sobre la sensibilidad de los delfines mulares a los campos eléctricos ha revelado que estos animales poseen una capacidad extraordinaria en este ámbito, hasta el punto de superar a otras especies conocidas por su sensibilidad eléctrica, como los ornitorrincos. Esta asombrosa capacidad sugiere que la electrorreceptividad juega un papel más crucial en la supervivencia de los delfines de lo que previamente se consideraba.
Los delfines poseen en su rostro pequeñas aberturas ricas en terminaciones nerviosas, conocidas como criptas vibrisales. Un estudio realizado en 2022 confirmó que estas terminaciones les permiten detectar campos eléctricos débiles. Sin embargo, hasta ahora, no se sabía cuán débiles podían ser estos campos eléctricos que los delfines son capaces de detectar. Los resultados del estudio más reciente son realmente impresionantes.
Podría parecer lógico que las especies que habitan en ríos o estuarios turbios desarrollen alternativas a la visión bajo el agua. Sin embargo, para los delfines que viven en aguas más claras, se podría pensar que estas capacidades son innecesarias y, por tanto, escasamente desarrolladas. Sin embargo, los resultados del estudio desmienten esta suposición. Incluso en sus aguas cristalinas, los delfines mulares exhiben una considerable electrosensibilidad.
Un equipo de científicos dirigido por Tim Hüttner de la Universidad de Rostock en Alemania, realizó experimentos con dos delfines hembras, Dolly y Donna, del Zoológico de Nuremberg. Las dos delfines fueron aisladas en un recinto compuesto por nueve piscinas, lo que permitía realizar experimentos en diferentes situaciones.
Los científicos colocaron un casco con dos electrodos en la nariz de cada delfín, que producían campos eléctricos débiles en el agua. Dolly y Donna fueron entrenadas para salir de su recinto cuando detectaban un campo eléctrico y quedarse en él cuando no lo hacían. La intensidad del campo empezó en 500 µV cm-1 y fue disminuyendo gradualmente para comprobar hasta dónde podían detectarlo. En comparación, los ornitorrincos, los primeros mamíferos electrosensibles conocidos, pueden detectar campos tan bajos como 25 a 50 µV cm-1. Sin embargo, los delfines demostraron una capacidad aún mayor. Dolly comenzó a rendir a niveles aleatorios a 5,5 μV cm- y Donna demostró ser más sensible, detectando campos de hasta 2,4 μV cm-1.
Tanto Dolly como Donna demostraron ser menos hábiles para detectar campos de corriente alterna (CA), necesitando intensidades de campo hasta 10 veces más altas a 1 Hz, y con aún más dificultades en frecuencias más altas.
Estos campos eléctricos son creados por el flujo de iones de peces o crustáceos y están modulados por el potencial CA de baja frecuencia de la actividad muscular. Para los depredadores, la capacidad de detectar estos campos eléctricos puede ser una herramienta útil, especialmente cuando sus otros sentidos están bloqueados. Algunos peces incluso producen sus propias descargas eléctricas débiles, lo que les permite detectar una perturbación debido a la fuerza creada por la presa en movimiento. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la electrorrecepción es puramente pasiva y detecta los campos creados por otros.
Se sospecha que esta capacidad también puede extenderse a la orientación en relación con el campo magnético de la Tierra, no directamente como lo hacen las aves migratorias, sino a través de la inducción electromagnética en el agua de mar. La electrorrecepción es tan útil que ha evolucionado muchas veces en diferentes ramas del árbol genealógico animal. Sin embargo, hasta ahora solo se conocía en mamíferos como los ornitorrincos, los equidnas y algunos delfines.
Estudio de referencia: https://journals.biologists.com/jeb/article/226/22/jeb245845/334721/Passive-electroreception-in-bottlenose-dolphins
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