Pedro Gomes, un economista nacido en Lisboa en 1981, está trabajando activamente para que la mayoría de los trabajos sean de cuatro días a la semana para cuando su hija termine la universidad. Gomes es asesor del gobierno de Portugal en un programa piloto que ha estado en marcha durante meses, a través del cual 40 empresas están experimentando cómo es trabajar un día menos a la semana mientras los trabajadores reciben el mismo salario.
Gomes está convencido de que una semana laboral de cuatro días no solo es beneficiosa para los trabajadores, sino que también es buena y necesaria para las empresas. En sus escritos, Gomes explica que en la década de 1970 ya había defensores autorizados de la semana laboral de cuatro días como un paso lógico. Sin embargo, hasta ahora, medio siglo después, los programas piloto para probarlo han comenzado a proliferar en países como el Reino Unido, Portugal y España.
La pandemia global fue un catalizador de este cambio, y políticos como Richard Nixon y John F. Kennedy ya estaban promoviendo la idea de trabajar cuatro días a la semana. En la actualidad, figuras empresariales como el CEO de JP Morgan y Bill Gates predicen que en el futuro no solo trabajaremos cuatro días, sino tres y medio. Pero siempre es en el futuro, nunca ahora, porque entonces la economía se hundiría.
La pandemia nos ha hecho repensar el trabajo en muchos sentidos y ha demostrado que otras formas de trabajo son posibles. Por ejemplo, con el teletrabajo. A pesar de que la tecnología necesaria ya estaba disponible y los estudios indicaban que la productividad no se vería afectada, la mayoría de las empresas no lo practicaban. El confinamiento forzado fue necesario para que tuviéramos una primera gran experiencia y viéramos que se podía hacer.
Gomes argumenta que estamos preparados para trabajar cuatro días a la semana. Presenta casos de empresas que ya trabajan cuatro días a la semana. En España, la cadena de restaurantes La Francachela es un ejemplo, mientras que en Italia, los trabajadores de Lamborghini trabajan cuatro días una semana y cinco la siguiente. En Portugal, hay una guardería que sigue este modelo, y en Brasil, un hospital. Estos ejemplos demuestran que es posible en todos los sectores, aunque algunos pueden encontrar más fácil implementarlo que otros.
«Es bueno que los Estados promuevan pilotos, al final deberán reducir la jornada por ley», afirma Gomes. El economista argumenta que las empresas deberían pagar el mismo salario por menos horas de trabajo debido a los beneficios claros para los trabajadores: menos estrés, más tiempo para conciliar y una mejor salud. Sin embargo, las empresas también se beneficiarán, aunque los beneficios pueden no ser tan evidentes. Gomes sostiene que, aunque es probable que algunas empresas tengan que contratar a más personas, la productividad del resto de los empleados aumentará porque estarán más descansados y el absentismo disminuirá.
Gomes cree que la reducción de la jornada laboral debe ser regulada por ley en lugar de dejarse a la iniciativa privada. Si se deja a las empresas, algunas avanzarán más rápidamente y lo harán mejor, pero otras no lo harán. En cambio, si se hace obligatorio por ley, el proceso será más lento, pero llegará a todas las empresas. Ahora es importante que los Estados promuevan que las empresas realicen experimentos para desdramatizarlo. Sin embargo, al final será necesario que haya una legislación.
«El trabajo del siglo XX no es igual que el del XXI, antes la mayoría de las lesiones eran físicas, ahora son mentales», dice Gomes, señalando que la intensificación del trabajo y la velocidad de la comunicación debido a la tecnología han cambiado la naturaleza del trabajo. Además, la entrada de la mujer en el mercado laboral ha reducido el tiempo de descanso tanto para hombres como para mujeres. Gomes sostiene que las mujeres serán las principales beneficiadas de la semana laboral de cuatro días.
Gomes plantea que la jornada laboral pase a ser, en su mayoría, de lunes a jueves. Argumenta que esto es más eficiente económicamente porque facilita la coordinación entre empresas y dentro de las mismas. Además, socialmente, el día libre tiene mucho valor si se puede compartir.
En cuanto a la transición de cinco a cuatro días de trabajo, Gomes sugiere que si se implementa a través de la ley, el Gobierno debería dar tiempo para que las empresas se adapten. Sugeriría un periodo de cuatro años, durante los cuales los trabajadores deberían moderar sus demandas salariales para dar también ese margen a las empresas para contratar más gente, si es necesario.
En resumen, Gomes cree que en 15 años la mayoría de las personas ya tendrán una semana laboral de cuatro días. Pero insiste en que esto solo ocurrirá si comenzamos a movernos en esa dirección ahora. Si no hacemos nada, en 15 años seguiremos como ahora. Gomes sostiene que es esencial el consenso político para lograr este cambio. Si la semana laboral de cuatro días se ve como algo solo de la izquierda, no sucederá. El centro y el centro derecha liberal deben verlo como una oportunidad para la economía.