El cambio climático es un asunto de vital importancia que no solo afecta al medio ambiente, sino que también está en el epicentro de numerosos conflictos globales. Su impacto es tan profundo que impulsa a muchas personas a convertirse en refugiados y genera problemas de seguridad en todo el mundo. Según Nisreen Elsaim, una experta en la materia, «La ayuda no reparará el problema». Ella argumenta que si nos enfocamos en lidiar con el cambio climático, también estaremos abordando estas cuestiones cruciales. «La gente no puede quedarse viendo crisis tras crisis», apunta.
El desafío del cambio climático y los conflictos globales
Desde Europa, estos problemas pueden parecer distantes o incluso incomprensibles, pero están ocurriendo. Las soluciones a corto plazo no son efectivas a largo plazo. Necesitamos cambiar el enfoque. «En lugar de darles comida, les das recursos», dice Elsaim. Ella es de Sudán y conoce perfectamente de qué está hablando. Según una investigación que realizó entre los jóvenes de su país, el 84% cruzaría el Mediterráneo en busca de un futuro mejor en Europa, a pesar de saber que tienen un 90% de posibilidades de no llegar a la otra orilla.
Esta es una situación compleja, pero también se puede trabajar en ella. Elsaim forma parte del programa Re.Generation, que organiza la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco. Este programa busca potenciar las habilidades, dar visibilidad y ayudar a crear redes entre los jóvenes que trabajan para crear un futuro más sostenible. «Estos jóvenes quieren cambiar el mundo. Nosotros les damos el empujón», señala Théo Panizzi, coordinador de la iniciativa.
Los participantes en el programa Re.Generation provienen de diversos campos y de todos los continentes. Durante dos semanas, se encuentran en Mónaco, donde se reúnen con líderes y expertos que comparten con ellos sus experiencias y les ayudan a adquirir habilidades. Aunque el programa tiene una duración de un año, a los participantes se les pide que «sean auténticos y hagan preguntas».
En busca de soluciones sostenibles globales
Las ideas que surgen de estos jóvenes son diversas y abarcan desde la reforestación hasta la electrificación y la reducción de la brecha económica. Por ejemplo, Sue Whisky está trabajando en un programa en Malaui que incluye reforestación, electrificación y cerrar la brecha económica conectada a la cada vez más precaria agricultura de subsistencia.
Por otro lado, Sheherazade se dedica a la conservación de tierras en Indonesia, enfocándose en la protección de los murciélagos, una especie crucial para preservar la biodiversidad de la zona. Denise Nicolau, por su parte, se centra en la conservación marina en Mozambique, una región rica pero altamente vulnerable a los efectos del cambio climático.
Shradha Pandey está abordando uno de los grandes problemas olvidados de este siglo, los fuegos abiertos, altamente contaminantes y nocivos para quienes cocinan en ellos. Su organización, GEMS, ya ha hecho un piloto en una aldea india en la que han cambiado cómo se cocina y han aprendido las claves de cómo hacer esta transición.
El tiempo apremia para hacer cambios. «La naturaleza tendrá tiempo para recuperarse, pero quizás no estemos ahí para verlo», recuerda Elsaim. Por eso, encontrar soluciones es importante. La Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco está trabajando para cambiar la narrativa, para hablar de soluciones y de un potencial futuro. Y estos jóvenes podrían ser la palanca para conseguirlo.
Es evidente que el intercambio de ideas a nivel global permite un feedback intercontinental, algo vital en la lucha contra el cambio climático. Cada uno de estos jóvenes está trabajando en su propia esfera, pero juntos, están haciendo una diferencia. Como dice Nicolau, «La conversación sobre la conservación del océano tiene que transcender, porque, aunque no vivas en la costa, te beneficias de él». Y eso es algo que se puede aplicar a muchos más aspectos de nuestra vida y de nuestro mundo.