«La Base Logística no puede ser la Mezquita y querer vivir de ella novecientos años»

El 15 de septiembre de 2008, la noticia del colapso de Lehman Brothers sacudió el mundo financiero, marcando el inicio de la crisis financiera global. Aquel día, Eugenio Sánchez-Ramade, un empresario cordobés nacido en 1955, estaba mostrándole el Templo Romano de la calle Claudio Marcelo a su amigo Juan del Rivero, entonces presidente de Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión más prominentes de los Estados Unidos.

Eugenio Sánchez-Ramade recordó vivamente el momento en el que se enteró de la noticia. «Allí mismo, al escuchar la noticia, me dijo que me preparase, que eso iba a ser la debacle», recuerda el empresario, que el año anterior había batido el récord de venta de coches en España, con cincuenta mil vehículos vendidos en un solo año.

Pero a partir de ese día, todo cambió para Sánchez-Ramade y su negocio. El holding familiar, la Compañía Meridional de Inversiones, que concentraba el accionariado de todo el grupo y en el que el negocio inmobiliario llevaba la voz cantante, se derrumbó como un castillo de naipes. «Los bancos nos cerraron la financiación en tres meses. Tuvimos que hacer despidos masivos: casi cuatro mil», explica Sánchez-Ramade.

Hoy en día, Sánchez-Ramade gestiona sus actividades actuales de promoción de inmuebles desde su despacho en la avenida de Ronda de los Tejares. También dirige la compañía Escancia 21, que suministra vinos, vinagres y aceites en exclusiva al Palacio de Congresos de Córdoba, y el proyecto Espacio 12PB. Este último es un proyecto de rehabilitación de una casa en la calle Carbonell y Morand, que tiene como objetivo exponer productos de la tierra destinados a un público prémium y albergar exposiciones de arte y catas de vino.

Al preguntarle si un empresario puede prever las crisis, Sánchez-Ramade respondió que, al menos en el caso de la crisis de 2008, no fue posible. «Se nos escapó porque no fue una crisis española, ni de consumo, sino motivada por la contaminación del tema hipotecario en la banca americana. Eso hizo que cayera Lehman Brothers», explicó.

Sánchez-Ramade vivió en primera persona la desintegración del grupo empresarial de su familia. «Éramos el primer grupo andaluz en aquel momento, con casi cuatro mil personas en nómina y una facturación de muchos miles de millones de euros. Pero ves que todo se viene abajo.»

Pero a pesar de la dureza de la crisis, el empresario cordobés se niega a dejarse llevar por la nostalgia. «No miro atrás», afirma. «Para mí, el futuro es un presente continuo, porque las circunstancias nos cambian de hoy a mañana sin saber por qué, y por motivos internos, exógenos… Desde una enfermedad a cualquier tipo de decisión política.»

Sánchez-Ramade siente que lo más duro que ha vivido en su vida ha sido la muerte de sus hermanos y de su padre. Sin embargo, se muestra optimista y decidido a seguir adelante. «Lo importante es levantarte», dice. «Luchando mucho, quitándote los pájaros de la cabeza y volviendo a poner los pies en el suelo para empezar de nuevo a trabajar.»

El empresario también habló sobre la difícil decisión de tener que despedir a casi cuatro mil empleados. «Fue muy duro, pero no había más remedio», dice. A pesar de ello, se siente agradecido por no haber recibido reproches de sus extrabajadores en estos años. Al contrario, muchos de ellos le han expresado su agradecimiento. «Mi vida la hice trabajando con ustedes, y estoy muy agradecido», le han dicho algunos.

La crisis financiera también tuvo un impacto en las relaciones familiares. «Se crean tensiones, se crean situaciones incómodas», admite Sánchez-Ramade. Sin embargo, afirma que mantiene una buena relación con sus hermanos.

En cuanto al futuro de la economía cordobesa, Sánchez-Ramade ve con preocupación que la población de la ciudad no ha crecido en los últimos veinte años. A pesar de ello, ve oportunidades en el turismo y en la construcción. Sin embargo, advierte que no se puede depender únicamente de un solo sector. «La economía cordobesa actual está basada en el turismo, y eso es malo y bueno. Pero yo siempre digo que no se puede tener colgado en el mismo clavo», concluye.