El técnico lituano Sarunas Jasikevicius.

El pasado 26 de junio fue un día agridulce en el club Barcelona, ya que marcó la despedida de Sarunas Jasikevicius, uno de los ídolos más queridos de la institución. Esta fue la segunda despedida del lituano, pero esta vez como entrenador, después de tres temporadas al mando del equipo.

El club presentó la salida de Jasikevicius como un «divorcio acordado», en un intento por manejar la situación de la manera más amable posible. «El Barça y Sarunas Jasikevicius han decidido separar sus caminos», anunció el club en un comunicado oficial. Juan Carlos Navarro, el manager de la sección, decidió dar una oportunidad al novato Roger Grimau, ex capitán y técnico del filial, en vista de la falta de acuerdo económico con Jasikevicius.

Jasikevicius, por su parte, decidió continuar su carrera en el Fenerbahçe, un club de baloncesto turco. Durante su tiempo en el Barcelona, el técnico lituano logró dos Ligas ACB, dos Copas del Rey y una Lliga Catalana. A pesar de la tensión detrás de su salida, el club intentó mantener una fachada de cordialidad.

«El Barcelona quiere expresar públicamente su agradecimiento a Sarunas Jasikevicius por su profesionalidad, compromiso, dedicación y el trato siempre positivo y próximo que ha mostrado a todos los estamentos que forman la familia azulgrana, y le desea suerte y éxitos en el futuro. El Barça siempre será casa tuya», expresó el club en un comunicado.

Sin embargo, ocho meses después de su salida, Jasikevicius parece tener una percepción diferente de su antiguo club. Tras una victoria sobre el Real Madrid en la Euroliga con el Fenerbahçe, el entrenador lituano mostró su decepción con el Barcelona.

«La decepción es enorme. Sin ninguna duda. El trato malo sigue, estos días contra mi familia [la vinculación de Jasikevicus con el Barcelona continúa viva a través de su hijo Lukas, de 11 años, y que juega en el equipo Mini del baloncesto azulgrana]. Un día hablaré claro, pero no quiero hacer más daño», expresó el entrenador.

El desacuerdo económico fue un factor clave en la ruptura entre Jasikevicius y el Barcelona. El club, presidido por Joan Laporta, ofreció al entrenador una renovación de contrato con un salario reducido. Aunque Jasikevicius inicialmente parecía dispuesto a aceptar un recorte salarial, finalmente decidió no aceptar las condiciones ofrecidas por el club.

Este incidente es un ejemplo de las tensiones que pueden surgir en el mundo del deporte profesional, donde los factores económicos a menudo juegan un papel crucial. A pesar de su contribución al éxito del Barcelona, la relación de Jasikevicius con el club terminó en malos términos. Sin embargo, su legado como uno de los ídolos del Palau perdurará.