Curro, hoy siempre es ayer

El acto de defensa no siempre lleva consigo un escudo y una espada. A veces, puede tomar la forma más simple, como la de conservar la memoria de un ser querido. Defender también puede ser un acto de reivindicación, un grito a la naturalidad y la autenticidad que tanto se ha perdido en nuestra sociedad. En este sentido, defender es también reivindicar la naturalidad, un concepto que pareciera estar en peligro de extinción.

Cuando hablamos de reivindicar la naturalidad, nos referimos a la belleza simple y orgánica que existe en cada uno de nosotros, una belleza que no requiere de adornos ni falsedades para brillar. Es la belleza de la sencillez, esa que reside en aquellos momentos en los que nos mostramos tal y como somos, sin miedos ni prejuicios. La sencillez es una cualidad que a menudo se pasa por alto, pero que es esencial para una vida plena y auténtica.

La defensa de lo falible también es una parte importante de este proceso. Lo falible nos recuerda que somos humanos, que cometemos errores y que estamos en constante aprendizaje. Lejos de ser una debilidad, el sentido de la medida es una fortaleza que nos permite reconocer nuestras limitaciones y trabajar para superarlas.

La amabilidad es otra de las cualidades que deberíamos defender con uñas y dientes. En un mundo donde la agresión y la intolerancia parecen estar a la orden del día, la amabilidad es un bálsamo que nos ayuda a conectar con los demás y a construir una sociedad más empática y solidaria.

El reposo, ese momento de calma y tranquilidad en el que podemos recargar nuestras energías y reflexionar sobre nuestras acciones, también es algo que merece ser defendido. En una sociedad que glorifica la productividad y el constante movimiento, es importante recordar la importancia del reposo y la tranquilidad en nuestras vidas.

Los límites del hombre, esas barreras que nos mantienen a raya y nos definen como seres humanos, también merecen ser defendidos. En un mundo donde la ambición desmedida y el deseo de poder a menudo nos llevan a olvidar nuestra humanidad, es crucial recordar que el hombre es hombre y que existen límites que no debemos traspasar.

Por último, pero no menos importante, el buen gusto es una cualidad que no deberíamos dejar de defender. El buen gusto no solo se refiere a la estética o a la apreciación artística, sino también a la forma en que tratamos a los demás y a nosotros mismos. El buen gusto es respeto, es consideración, es empatía.

Defender estas cualidades no es tarea fácil. Requiere valentía, determinación y, sobre todo, amor. Pero es una lucha que vale la pena emprender, porque al final del día, estas son las cosas que realmente importan. Son las que nos definen como seres humanos y las que nos permiten vivir una vida plena y significativa.

Entonces, ¿estás dispuesto a defender? ¿Estás dispuesto a luchar por lo que realmente importa? ¿Estás dispuesto a reivindicar la naturalidad, la sencillez, lo falible, el sentido de la medida, la amabilidad, el reposo, los límites del hombre en los que el hombre es hombre y el buen gusto?

Si la respuesta es sí, entonces estás listo para embarcarte en uno de los viajes más importantes de tu vida. Un viaje que no solo te cambiará a ti, sino también al mundo que te rodea. Porque al final del día, cada acto de defensa es un acto de amor. Y el amor, como bien sabemos, tiene el poder de cambiar el mundo.

Entonces, ¿estás listo para defender? ¿Estás listo para cambiar el mundo?