¿dónde están enterrados el corazón y las entrañas del rey?

Alfonso X, conocido como el Sabio, fue un monarca cuya vida no solo se caracterizó por su reinado sino también por su contribución a la cultura y al establecimiento de un corpus jurídico que promovió una unificación primigenia. Este genio de la historia, recordado por su papel clave en la Reconquista, también tuvo la visión de anticiparse al inevitable final de su vida, estableciendo que su cuerpo fuera eviscerado y repartido entre las regiones a las que más amó, incluyendo Jerusalén.

El 4 de abril de 1248, la muerte sorprendió a Alfonso X en el sur de la península, como documentó el profesor Manuel González Jiménez en su dossier ‘La muerte de los reyes de Castilla y León’. Los informes de la muerte del monarca son escuetos y detallados, pero ninguno especifica la causa de su fallecimiento.

Fue en 2004 cuando el profesor Salvador Martínez publicó una biografía sobre Alfonso X, en la que afirmaba que el monarca había fallecido a causa de una enfermedad, posiblemente un cáncer maxilofacial o un tumor con períodos virulentos. La enfermedad provocó intensas molestias físicas y cambios de comportamiento en el monarca durante sus últimos años.

Tras la muerte del Sabio, surgió la cuestión de dónde deberían ser enterrados sus restos, lo que provocó una gran controversia. Inicialmente, Alfonso X había solicitado ser inhumado en la catedral de Cádiz, pero cambió de opinión después de recuperar Murcia, una ciudad que ejerció un magnetismo especial sobre él. Así, estableció en su testamento que su cuerpo debería ser enterrado en el monasterio de Santa María.

El monarca también estableció que si no era posible enterrar su cuerpo en Murcia, debería ser trasladado a Sevilla, donde estaban enterrados sus padres, Fernando III de Castilla y Beatriz de Suabia. Además, dejó instrucciones específicas para la disposición de su cuerpo en la sepultura.

Además, Alfonso X estableció que sus cirujanos debían extraer su corazón y sus entrañas y llevarlas a Jerusalén, una práctica habitual en aquella época de Reconquista y peregrinaciones a Tierra Santa. Asignó esta tarea al maestre de la orden del Temple de los reinos de Castilla, León y Portugal.

El corazón y las entrañas del monarca fueron extraídos en Sevilla, aunque el artista que realizó la operación no ha sido identificado. Los órganos fueron embalsamados, según el historiador Ariel Sevilla. Sin embargo, la inestabilidad en Tierra Santa impidió que los restos fueran llevados a Jerusalén.

El cadáver de Alfonso X fue enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, bajo una estatua cargada de oro y piedras preciosas. Sin embargo, su corazón y sus entrañas, después de varios recorridos, finalmente descansaron en la Catedral de Murcia, por orden del emperador Carlos V.

A pesar de las meticulosas disposiciones de Alfonso X para la disposición de sus restos después de su muerte, no todas se llevaron a cabo tal y como él lo había previsto. Sin embargo, su legado como monarca, sabio y unificador sigue vivo, y la historia de su muerte y entierro solo añade otra capa a su fascinante vida.