El arte de la tauromaquia vivió una jornada de hondas emociones en la Corrida Homenaje del Bicentenario de la Policía Nacional que marcó el cierre del ciclo isidril. La afición madrileña, que se había volcado en masa para apoyar a sus favoritos Urdiales, Ortega y Aguado, se encontró con una tarde que generó más desencanto que entusiasmo.
El cartel del arte había prometido una fiesta, con las entradas agotadas y una expectación que se palpaba en el ambiente. Sin embargo, la esperanza se transformó rápidamente en decepción. Una corrida que se esperaba vibrante y emocionante se convirtió en un jarro de agua fría, marcada por interrupciones y el descontento de los espectadores que se tradujo en una lluvia de almohadillas.
De la esperanza al descontento
La corrida arrancó con un momento de tensión cuando un espectador interrumpió el minuto de silencio por los nacionales caídos con una frase desafortunada. El eco del Himno aún resonaba en la plaza cuando la policía intervino, arrancando la primera ovación de la tarde. Sin embargo, este sería uno de los pocos momentos de entusiasmo que se vivirían en la plaza.
El primer toro de la tarde sembró la desesperación entre los espectadores. Urdiales, que lidiaba el primer animal, admitió que, aunque se sintió cómodo, al toro le faltó el empuje necesario para tirar hacia adelante. El cuarto de la tarde tampoco convenció al torero riojano, que lo describió como un toro con mucho genio.
Juan Ortega, por su parte, tuvo dificultades para demostrar su arte. A pesar de las altas expectativas que había generado su regreso a San Isidro tras no torear la temporada pasada, Ortega se encontró con dos toros que no colaboraron. Del segundo de la tarde comentó que marcó desde muy pronto que se quería ir, mientras que del quinto resaltó que nunca tiró hacia adelante, complicando la faena.
Aguado, el tercer torero de la tarde, tampoco tuvo una actuación destacada. Ante la decepción de los espectadores, hizo aspavientos hacia el palco cuando asomó el pañuelo verde. Aunque el sobrero era de otro hierro, tampoco consiguió mejorar el espectáculo.
A pesar de las dificultades, los tres toreros intentaron mantener la ilusión y el respeto por la tauromaquia. Urdiales, Ortega y Aguado coincidieron en señalar que el problema radicó en la falta de colaboración de los toros. Aguado llegó a expresar su decepción al comentar que los tres toreros necesitan un toro con clase y con ritmo, un elemento que no se vio durante la tarde.
La corrida concluyó con la entrega de una medalla conmemorativa a cada uno de los toreros de manos de la Infanta Elena. Sin embargo, el sabor agridulce persistió entre los aficionados, que se marcharon de la plaza con la frustración de una tarde que no cumplió con las expectativas. A pesar de todo, la ilusión por la tauromaquia perdura y la expectación ya se centra en quién será el sustituto de Morante en la Beneficencia.