La presencia en los suministros de agua de todo el mundo de sustancias tóxicas que por su persistencia se denominan «químicos eternos» se relaciona con graves riesgos para la salud humana y el medio ambiente. Desde hace un cuarto de siglo, se han buscado soluciones para eliminarlas sin mucho éxito hasta ahora.
Desafíos en la eliminación de sustancias persistentes
Los químicos eternos, conocidos científicamente como sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), son compuestos que resisten la descomposición en el ambiente. Estas sustancias se utilizan en una amplia variedad de productos industriales y de consumo, incluyendo revestimientos antiadherentes, telas resistentes al agua y espumas contra incendios.
La persistencia de estos compuestos significa que pueden acumularse en el medio ambiente y en los organismos vivos, incluidos los humanos, donde se han relacionado con problemas de salud como el cáncer, enfermedades hepáticas y problemas hormonales. A pesar de los esfuerzos por regular y reducir el uso de PFAS, su presencia en el agua potable sigue siendo una preocupación significativa.
Según un informe reciente de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA), las concentraciones de PFAS en algunas fuentes de agua superan los niveles considerados seguros para la exposición humana. Esto ha llevado a una creciente demanda de tecnologías y métodos eficaces para detectar y eliminar estos contaminantes.
Uno de los principales retos en el tratamiento de aguas contaminadas con PFAS es su resistencia a la descomposición. Los métodos tradicionales de tratamiento de agua, como la filtración y la cloración, no son efectivos para eliminar estos compuestos. En respuesta, los investigadores están explorando nuevas tecnologías como la adsorción con carbón activado, la oxidación avanzada y el uso de nanotecnología para abordar este problema.
La adsorción con carbón activado es uno de los métodos más prometedores, ya que puede retener y concentrar PFAS en su superficie, permitiendo su eliminación del agua. Sin embargo, este proceso puede ser costoso y requiere un manejo adecuado de los residuos generados.
Otra tecnología emergente es la oxidación avanzada, que utiliza radicales libres para romper las moléculas de PFAS en compuestos menos dañinos. Aunque prometedora, esta técnica aún está en las primeras etapas de desarrollo y requiere más investigación para evaluar su eficacia y viabilidad a gran escala.
La nanotecnología también ofrece posibilidades interesantes para la remoción de PFAS. Los nanomateriales pueden diseñarse para interactuar específicamente con las moléculas de PFAS, mejorando su eliminación del agua. Sin embargo, al igual que con otras tecnologías emergentes, es necesario investigar más para comprender su impacto ambiental y seguridad a largo plazo.
En conclusión, aunque se han logrado avances en la comprensión y el tratamiento de los químicos eternos en el agua, todavía queda mucho por hacer para mitigar su impacto en la salud pública y el medio ambiente. La colaboración entre científicos, industrias y gobiernos será esencial para desarrollar e implementar soluciones efectivas.
Fuente de información: El Periódico