El chotacabras, una de las aves migratorias que llegan con dedos amputados a España

Descubrimiento científico: Hormigas legionarias africanas responsables de la amputación de dedos en aves migratorias

Un equipo de científicos de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) ha logrado desentrañar un intrigante misterio ecológico que ha dejado perplejas a las comunidades de biólogos y ornitólogos durante más de una década. Los resultados de su estudio, publicados en la prestigiosa revista Ecology and Evolution, arrojan luz sobre una interacción inusual entre aves y hormigas que resulta perjudicial para ambas partes. Esta investigación se llevó a cabo en el Espacio Natural de Doñana en Huelva, España, y se centró en el enigmático chotacabras cuellirrojo, un ave migratoria nocturna.

Descubrimiento de un fenómeno inusual

Durante muchos años, los investigadores observaron que en la población de chotacabras aparecían cada año aves con dedos parcial o totalmente amputados. Este fenómeno también se observó en otras especies migratorias, pero la causa de las amputaciones era desconocida hasta 2015, cuando se capturó un chotacabras con lesiones graves en uno de sus dedos.

El dedo del ave no estaba completamente amputado, sino parcialmente unido al pie por un pequeño trozo de piel. En uno de los extremos del dedo, los científicos encontraron algo inesperado: un fragmento que parecía ser una mandíbula de hormiga. Sin embargo, los restos estaban en mal estado y no se pudieron identificar de inmediato.

El rompecabezas se resuelve

Fue necesario esperar seis años para encontrar otro caso similar que permitiera recoger muestras identificables del culpable de estas misteriosas amputaciones. La solución llegó en forma de cabeza completa de una hormiga muerta, cuyas mandíbulas, inusualmente grandes, aún estaban incrustadas en la carne de uno de los dedos del ave.

Estos chotacabras recorren más de 3.000 kilómetros en sus desplazamientos estacionales, por lo que el hallazgo de una hormiga africana en España dejó a los científicos perplejos. Para resolver el misterio, los restos de la hormiga fueron entregados a J. Manuel Vidal-Cordero, mirmecólogo experto de la EBD-CSIC, para su identificación en el laboratorio.

Un encuentro fatal en el continente africano

Para sorpresa de todos, Vidal-Cordero identificó a la hormiga como una especie del género Dorylus, conocida como hormiga legionaria. Estas hormigas, nativas de las regiones tropicales del continente africano, son famosas por su carácter nómada y su gran agresividad. Atacan a cualquier criatura que encuentran en su camino, incluyendo, al parecer, a los chotacabras.

Entonces, ¿qué hace la cabeza de una hormiga tropical en la pata de un chotacabras de Doñana? Los chotacabras pasan el invierno al sur del Sahara, donde coexisten con estas hormigas, y vuelven en primavera a Doñana para reproducirse. Estas aves pasan la mayor parte del tiempo en el suelo y quedan expuestas a encuentros fortuitos con estas pequeñas pero tenaces criaturas.

La mordedura de las hormigas legionarias es tan potente que en algunas zonas se usan tradicionalmente para dar puntos de sutura a humanos. No es de extrañar entonces que sus mandíbulas puedan permanecer sujetas al dedo de un chotacabras el tiempo suficiente para completar el viaje de 3.500 km de distancia que estas aves realizan cada año hasta el sur de España.

Un estudio con implicaciones a largo plazo

Este estudio destaca la importancia de los programas de seguimiento a largo plazo para detectar y comprender procesos ecológicos raros y difíciles de detectar. Los datos tomados en Doñana, que engloban más de 3.500 chequeos a lo largo de 15 años, muestran que sólo un 1% de los individuos examinados presentan amputaciones.

No obstante, la incidencia real de este fenómeno podría ser mucho mayor. «Una mordedura como ésta puede provocar sangrados abundantes, isquemia, necrosis e infecciones bacterianas que podrían ocasionar la muerte del chotacabras antes de iniciar su viaje de retorno a España. En ese caso, el 1% que observamos aquí representaría la fracción de individuos que logran sobrevivir a las mordeduras y pueden completar su viaje, pero no incluiría a la totalidad de individuos afectados, que podría ser mucho mayor», explicó Carlos Camacho, autor principal del estudio e investigador en la EBD-CSIC.

Este estudio se realizó en colaboración con la Universidad Pablo de Olavide, la Universidad Autónoma de Madrid, Observation.org y SEO/BirdLife. Con su publicación, los investigadores esperan sensibilizar a la comunidad científica y al público en general sobre las complejidades de la interacción entre especies y los efectos insospechados que pueden tener en la supervivencia de las mismas.