Patti Smith, hechizo eléctrico y poesía salvaje en Pedralbes

Patti Smith: medio siglo de punk rock y poesía salvaje

La incomparable Patti Smith ha encontrado un molde perfecto para sus conciertos. Durante años ha estado produciendo en serie espectáculos que mezclan un toque de punk con una intensidad poética y la pasión de alguien que ha llevado la antorcha del punk rock durante casi medio siglo. La fórmula parece simple: grandes éxitos estratégicamente colocados, homenajes a los caídos convertidos en imponentes proclamaciones de esperanza, y siempre, siempre ‘Gloria’ para elevar el espíritu y enviar a los asistentes a casa con las endorfinas a tope. Aunque este formato se repite una y otra vez, cada presentación es única. Y siempre sorprendentemente buena.

Una vitalidad insólita

A pesar del paso de los años, Patti Smith sigue siendo una fuerza de la naturaleza, una hechicera eléctrica y chamana del verso punk. Su llama del rock sigue ardiendo, y su vitalidad es asombrosa. El viernes pasado, en su tercera actuación consecutiva en los Jardines de Pedralbes, como parte de Les Nits de Barcelona, lo volvió a demostrar. Su interpretación de ‘Pissing In A River’ fue tan intensa que incluso el fantasma de la electricidad parecía aullar en su rostro. Pero eso no fue todo. Hubo mucho más.

El concierto comenzó con ‘Summer Cannibals’, un tema de su álbum ‘Gone Again’ de 1996, que marcó su regreso a la música tras una serie de pérdidas personales. Aunque su guitarrista de toda la vida, Lenny Kaye, no estaba presente, su hijo Jackson Smith demostró ser más que capaz de llenar su lugar, interpretando con maestría tanto la energía del reggae de ‘Redondo Beach’ como el trance eléctrico de ‘Ghost Dance’.

La canción ‘Ghost Dance’, dedicada a los nativos americanos y al pueblo hopi, se convirtió en un himno para «la gente que pierde su tierra y se ve obligada a abandonarla en todo el mundo». Fue un momento de éxtasis, con Smith levantando las manos al cielo y cantando una historia de fantasmas de rabiosa y escalofriante actualidad.

A lo largo del concierto, Smith rindió homenaje a varios artistas y figuras. El espíritu de Bob Dylan se materializó en una versión crepitante de ‘Man In The Long Black Coat’, mientras que las canciones ‘Cash’ y ‘Nine’, de sus discos más recientes, reflejaban la serenidad tensa de una artista que ha crecido en la adversidad.

Después de dedicar ‘Nine’ al promotor Gay Mercader, Patti Smith hizo su propia versión del ‘Summertime Sadness’ de Lana del Rey, recordando su romance con su difunto marido, el guitarrista Fred ‘Sonic’ Smith. Transformó el estribillo en una súplica sobrecogedora, demostrando una vez más su habilidad para hacer suyas las canciones de otros artistas.

‘Because The Night’ fue un momento álgido, levantando al público de sus asientos y alentando una revuelta controlada. Smith aprovechó para tomarse un respiro y dejar a sus músicos tocar ‘Fire’ de Jimi Hendrix, añadiendo más gasolina a una noche ya en llamas.

La poderosa versión de ‘Dancing Barefoot’ y una emotiva ‘Peaceful Kingdom’, dedicada a la activista Rachel Corrie que murió aplastada por un bulldozer del ejército israelí en 2003, fueron otros momentos destacados. La última canción se fusionó con los versos de ‘People Have The Power’ y los gritos de ‘Free Palestine’ del público.

Smith cerró el concierto con una apoteósica versión de ‘Pissing In A River’ y un homenaje al difunto Kurt Cobain. Interpretó ‘About a Boy’, una canción que escribió tras el suicidio de Cobain, y luego transformó el himno de Nirvana ‘Smells Like Teen Spirit’ en una desafiante prueba de vida. La imagen de Smith agitando un ramo de flores mientras cantaba con todas sus fuerzas es inolvidable. La noche terminó con el trote desbocado de ‘Gloria’, un final de fiesta sonado. Fue otra noche de hechizos eléctricos y poesía salvaje. Otra noche con Patti Smith haciendo de las suyas.