Inteligencia Artificial (IA) es una tecnología emergente que está cambiando el orden mundial, tanto en términos de economía como de geopolítica. El presidente ruso Vladímir Putin advirtió en septiembre de 2017 que «quien lidere la inteligencia artificial gobernará el mundo». Sin embargo, el primer país en hacer una fuerte apuesta por la IA y crear un ministerio dedicado a ella no fue una de las grandes potencias mundiales como Rusia, Estados Unidos o China, sino los Emiratos Árabes Unidos (EAU), una federación de monarquías ubicada en la árida planicie del sur del Golfo Pérsico.
El EAU, conocido por sus vastas reservas de petróleo, ha estado invirtiendo parte de su riqueza en tecnología emergente para diversificar su economía y proyectar su influencia más allá de sus fronteras. Este esfuerzo ha sido liderado por los fondos soberanos de la familia gobernante de Abu Dabi, encabezada por el presidente Mohamed bin Zayed Al Nahayan, que gestiona activos por un valor acumulado de 1,5 billones de dólares.
La estrategia de inversión en IA del EAU ha comenzado a dar sus frutos. El año pasado, un equipo de científicos del país desarrolló uno de los mejores modelos de lenguaje de código abierto del mundo, superior al Llama 2 de Meta y similar al PaLM 2 de Google. Este sistema, bautizado como Falcon en honor al ave nacional del país, ha sido entrenado con 180.000 millones de parámetros.
La importancia del EAU en el mundo de la IA se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos meses. Figuras destacadas del sector tecnológico, como Satya Nadella de Microsoft, Jensen Huang de Nvidia, y Sam Altman de OpenAI, han visitado el país. En una reciente movida, Microsoft anunció una inversión de 1.500 millones de dólares en G42, el principal consorcio emiratí de desarrollo de la IA.
La IA tiene un potencial enorme para transformar la economía mundial, y el EAU está buscando aprovecharlo. El Gobierno de EAU ha estado extendiendo sus tentáculos hacia empresas extranjeras, pero ahora también busca hacerse un lugar en el estratégico y complejo mercado de los microchips. Actualmente, la producción de estos componentes semiconductores depende de Taiwán, una isla cuya soberanía reclama China.
Abu Dabi aspira a convertirse en un importante proveedor de IA para otros países del Sur Global, utilizando su posición de privilegio como una herramienta diplomática. Sin embargo, esto podría generar tensiones con China, que también busca influir en la misma región.
El atractivo del EAU como destino para los profesionales de la IA también se debe a su riqueza. El país cuenta con grandes reservas de petróleo, gas natural y energía solar, que le permiten generar la electricidad suficiente para alimentar los centros de datos donde se desarrolla la IA. Además, ofrece sueldos altos para atraer a los mejores ingenieros informáticos del mundo y no aplica impuestos sobre la renta.
El ministro Omar Al Olama ha utilizado el capitalismo autocrático del país como una ventaja para crecer más rápido que la competencia en el campo de la IA. Esto incluye permitir a las compañías de IA entrenar sus modelos con los datos médicos de los ciudadanos, aunque estos datos estén anonimizados. Sin embargo, esta falta de libertades también podría jugar en su contra, ya que organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado el «pésimo historial de derechos humanos» en EAU.
Por último, el EAU no es el único país árabe que ha pisado el acelerador tecnológico. Arabia Saudí ha seguido los pasos de su rival regional para tratar de posicionarse como la nación líder en IA en Oriente Medio. El régimen liderado de facto por el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán planea la creación de un fondo de inversión en esta tecnología dotado con hasta 40.000 millones de dólares. Además, Riad también está ofreciendo precios energéticos más bajos para atraer a empresas que construyan centros de datos en su desierto.