Caldera de gas.

A la luz de las crecientes preocupaciones en torno al cambio climático y la necesidad de adoptar energías más limpias, la Unión Europea (UE) ha adoptado una nueva postura frente a las calderas de combustibles fósiles. A partir del 1 de enero de 2025, los estados miembros de la UE no podrán subvencionar las calderas de combustibles fósiles como las máquinas de gas natural por condensación, según una nueva directiva de eficiencia energética en edificios aprobada por el Consejo de la Unión Europea, que representa a los 27 estados del continente.

Esta medida permitirá incentivar el cambio hacia sistemas de calefacción que utilicen una «cuota significativa de renovables«, como aquellos que usan calderas con una bomba de calor o una instalación solar térmica. Sin embargo, el objetivo último de la medida es reducir gradualmente los combustibles fósiles en la calefacción y la refrigeración de los hogares con el objetivo de eliminar por completo las calderas de combustibles fósiles en 2040.

La nueva directiva no implica la prohibición total de la instalación de calderas de gas. Estas tecnologías podrán seguir instalándose siempre que estén preparadas para usarse con gases renovables, como el biometano o el hidrógeno renovable, según defiende la patronal española del sector, Sedigas.

Los edificios son responsables del 40% de la energía consumida en Europa y de más de un tercio de las emisiones de efecto invernadero, según cálculos de la Comisión Europea. Por delante de sectores como el transporte, la industria o la agricultura. La eficiencia energética de los edificios es el gran desafío del continente en su camino hacia la descarbonización económica en 2050.

Para cambiar estos números, la nueva directiva, que se espera que entre en vigor en los próximos meses y que deberá ser adoptada por los distintos estados miembros en un plazo de dos años, requerirá la implementación de iniciativas a través de dos vías.

Por un lado, cada estado miembro deberá garantizar una reducción del consumo medio de energía primaria de los edificios residenciales en un 16% para 2030 y un 20-22% para 2035. Pero cada país puede decidir qué medidas (cambio de ventanas, aislamiento, sustitución de la caldera, instalación de un sistema de ventilación, entre otros) adopta para alcanzar ese objetivo y a qué edificios se aplica.

Estas medidas deberán garantizar que al menos el 55% de la disminución del consumo medio de energía primaria de un país se logre mediante la renovación de los edificios menos eficientes. En el caso de que sean hogares en alquiler, los estados miembros deberán garantizar que existan salvaguardias para los arrendatarios, «a fin de ayudar a hacer frente al riesgo de desahucio de los hogares vulnerables causado por aumentos desproporcionados de los alquileres a raíz de las renovaciones».

Además, en el caso del parque inmobiliario no residencial (oficinas, escuelas, supermercados, etc.), la normativa revisada exige mejorarlo gradualmente mediante normas mínimas de eficiencia energética. Esto llevará a la renovación del 16% de los edificios menos eficientes de aquí a 2030 y del 26% de aquí a 2033. Los estados miembros tendrán la posibilidad de eximir de estas obligaciones a determinadas categorías de edificios residenciales y no residenciales, como los edificios históricos, los lugares de culto o las residencias de vacaciones.

La nueva directiva también exige que los nuevos edificios sean climáticamente neutros a partir de 2030. En el caso de edificios nuevos ocupados por las autoridades públicas o que sean de su propiedad, deberán alcanzar este objetivo ya en 2028. Y si fuera técnicamente y económicamente adecuado, los Estados miembros tendrán que implementar instalaciones solares de forma paulatina en edificios públicos y no residenciales, dependiendo de su tamaño, y en todos los edificios residenciales nuevos de aquí a 2030.

Para fomentar la transparencia y la adopción de prácticas más sostenibles, también se promueve un cambio en el certificado de eficiencia energética para homogeneizar la clasificación en toda Europa con una escala de la A a la G, donde la A representa aquellos edificios de cero emisiones y la G a lo peor del parque. Además, se impulsa la adopción de la movilidad sostenible, con puntos de recarga y plazas de aparcamiento para bicicletas.

El camino hacia la descarbonización puede ser largo y complejo, pero con medidas como estas, la Unión Europea demuestra su compromiso con el medio ambiente y con la creación de un futuro más sostenible para todos.

Por Daniel