Hoy en día, el coste de la contaminación ha llegado a ser casi la mitad de lo que era hace un año. Los derechos de emisión de CO2 han mostrado una tendencia a la baja en lo que va de 2024. Este mecanismo de defensa europeo, diseñado para fomentar una reducción de las emisiones de las grandes industrias, ha experimentado un descenso hasta situarse en torno a los 50 euros por tonelada, lo que supone la mitad de lo que costaba hace un año, cuando alcanzó su pico en 100 euros.
Este descenso coincide con la caída de los precios del gas en las últimas semanas, lo que ha llevado a este recurso a valer alrededor de 25 euros por megavatio-hora (MWh), la mitad de lo que costaba en 2023 y similar a los precios precrisis, según el mercado de referencia (TTF holandés).
Desde 2005, Europa ha estado operando bajo un sistema conocido como Emissions Trading System (ETS) que limita las emisiones de aproximadamente 10.000 instalaciones de gran consumo de energía y de las compañías aéreas. Cada empresa tiene asignada una cantidad limitada de derechos de CO2 que puede emitir a la atmósfera de forma gratuita en el ejercicio de su propia actividad productiva. Si necesitan emitir más, deben acudir a un mercado (subasta) para comprar nuevos derechos.
De este modo, el CO2 se convierte en un coste más de producción para las instalaciones más contaminantes, lo que también explica su impacto en la factura de la luz. Las centrales térmicas de generación eléctrica, como los ciclos combinados o las plantas de carbón, son unas de las principales compradoras de estos derechos, ya que no tienen ningún cupo asignado de forma gratuita. Por lo tanto, un aumento o disminución de los derechos de emisión de CO2 afecta directamente a los precios mayoristas de la electricidad, que se rigen por un sistema marginalista en el que la tecnología más cara determina el precio.
En enero de 2018, estos derechos se pagaban a 4 euros por cada tonelada de CO2; en 2019, se llegó a 23 euros; en 2021, a 48, y el año pasado llegó al pico de 100 euros. Esta tendencia al alza está en la filosofía de la propia medida: si cada vez cuesta más contaminar, las industrias dejarán de hacerlo. Con un inicio de año en el que, por primera vez, se ha producido una desescalada de los precios a la mitad. Así que surge la pregunta: ¿Se está logrando el objetivo de emitir menos?
A nivel global, las emisiones de CO2 aumentaron un 1,1% en 2023, con un incremento de alrededor de 410 millones de toneladas, según un informe publicado hace dos semanas por la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero en el caso de la Unión Europea, disminuyeron casi un 9%, lo que supone 220 millones de toneladas menos. Esto se alinea con la caída observada en 2020, durante la pandemia del coronavirus, según el mismo informe, que atribuye el descenso actual al despliegue de energías renovables en el sector eléctrico, pero también a una situación macroeconómica más débil y a una mayor eficiencia de la industria.
Estas tres circunstancias que han reducido las emisiones en Europa han provocado una menor demanda de derechos de emisión. Fuentes del sector eléctrico señalan principalmente la desaceleración industrial, especialmente en Alemania, que es uno de los grandes consumidores europeos, y el hecho de que los inversores están vendiendo derechos para cubrir las pérdidas en otros activos y obtener mayor liquidez. También plantean el efecto bola de nieve: a medida que el mercado baja, se alimenta la venta de posiciones.
«La generación renovable en máximos está reduciendo significativamente la producción con gas y carbón en los mercados eléctricos europeos, principalmente en España y Alemania. La demanda industrial sigue sin grandes cambios al alza, otro factor más que mantiene contenido el precio del CO2», reitera el analista energético de Ignis Energía, Pedro Cantuel, a través de un correo electrónico. Añade que «unos fundamentales bajistas y un escenario de temperaturas que no presionan, de momento, los precios al alza».
No se puede ignorar tampoco la importancia del componente especulativo, que ha impulsado los precios en los últimos años. Los fondos de inversión y bancos representan alrededor del 30% de las compras, según Ismael Romeo, consejero delegado de SendeCO2, plataforma de compraventa de este tipo de derechos. “Es el ‘driver’ principal que hizo que los precios se dispararan por encima de lo que parecía normal y lógico, pero también es consecuencia de la bajada de precios. Hay fondos que están jugando a la baja”, confirma Romeo.
Pero también hay otras cuestiones que podrían haber favorecido a una menor presión sobre los precios, como la mayor liquidez en las subastas por las ventas de Repower EU para recaudar fondos para inversiones limpias o que este año, por primera vez, la entrega anual de derechos de emisión de las empresas se realizará el 30 de septiembre y no en abril como hasta ahora. “La urgencia de las industrias para comprar unidades, típica de esta época, ya no es urgente, y las entregas de derechos también se retrasan. No sería descartable que a partir de verano se empiecen a recuperar (los precios)”, asegura Romeo.
La gran incógnita es si los niveles elevados volverán. El consejero delegado de Endesa, José Bogas, se mostraba “absolutamente seguro” de que así será y “se recuperarán los 100 euros por tonelada”, según afirmó durante la presentación ante analistas de los resultados anuales de la compañía hace dos semanas. «Hay muchos mecanismos para hacerlo. Está claro que la Comisión Europea ha señalado que los precios altos son necesarios para promover el cambio tecnológico», añadió.
El dirigente de Endesa enumeró, entonces, el «sistema de control de precios (Market Stability Research), el objetivo de reducción (de derechos de emisión disponibles) que se ha actualizado al 90% en 2040, la integración de las emisiones del transporte marítimo en el régimen comercial europeo y la esperada recuperación industrial en los próximos dos años». El denominado Market Stability Research es una especie de ‘Banco central de derechos’ para darle estabilidad a los precios (retira liquidez cuando el precio está bajo y la inyecta cuando está alto, para minimizar la subida). Este mecanismo, que funciona con un algoritmo, no intervino cuando subieron los precios y, de momento, tampoco lo ha hecho.