Dos directores para una misma orquesta y obra

Una exploración en profundidad de la actuación de la orquesta y los cantantes en una presentación reciente

En el mundo de la música clásica, existen ciertos nombres que resuenan con más fuerza que otros, y en una reciente producción de Verdi, esos nombres incluyen a los cantantes Maribel Ortega y Damiano Salerno, junto con el director de la orquesta. Esta actuación sirvió como una interesante mirada a cómo una orquesta puede responder de manera diferente a dos directores con la misma obra.

El Director y los Músicos: Una Interacción Dinámica

Una pregunta que surge es si los músicos reciben directrices diferentes dependiendo del director. Esta interacción es esencial para una actuación exitosa y puede variar dependiendo del estilo de dirección y las habilidades de los músicos. En la sinfonia de esta obra, un trío de metales graves actúa como un ‘ritornello’, ensamblando los diferentes momentos de la ópera. Verdi introduce en este trío la presencia de un ‘cimbasso‘, un instrumento entre la tuba y el trombón bajo, que aporta un color cálido y emotivo a la obra.

En esta producción, los matices señalados como fortísimo en la partitura eran interpretados con intensidad, pero sin la brusquedad que algunos directores pueden traer. El enfoque se centraba más en el contraste dentro de una continuidad. Sin embargo, se mantuvo una cierta rigidez de dinámicas, con los directores eligiendo entre seguir las indicaciones de Verdi o ajustar la orquesta para que los cantantes pudieran llegar al público.

Las Voces que Llevaron la Obra

La actuación de las voces fue un aspecto crucial de la producción. Tuvimos que esperar que los cantantes estuvieran lo más cerca posible del proscenio para poder apreciar plenamente su talento. Damiano Salerno en el papel de ‘Nabucco’ mostró una voz firme y segura, manejándose bien en la zona más aguda donde Verdi ubica a sus barítonos protagonistas.

Maribel Ortega, por su parte, afrontó un papel endemoniado con una voz bien timbrada, elegante y persuasiva. Su emisión punzante contrastaba con los pasajes líricos, como el de su belcantista cavatina.

El Zaccaria de Dario Russo cumplió bien con su cometido, proporcionando suficiente volumen, aunque parecía alcanzar las notas más bajas con cierto esfuerzo. Mónica Redondo como Fenena destacó por su volumen notable y una voz vigorosa y aterciopelada. Santiago Vidal fue también notable en el papel de Ismaele, con una voz muy natural y de gran inteligibilidad.

El coro, en lugar de corregir los desajustes, pareció acrecentarlos, incluyendo el ‘Va pensiero’ a capella del final. En resumen, la interacción entre los directores y la orquesta resultó en una actuación que fue a la vez desafiante y enriquecedora, demostrando que incluso con dos directores, una sola orquesta puede ofrecer una actuación inolvidable.