Air arrulla al Sónar con la elegancia versallesca de 'Moon Safari'

El Festival Sónar: El Éxtasis del Retrofuturismo y Audiobelleza

El Festival Sónar es un lugar donde la variedad y la amplitud son reglas de oro. Este año, las noches se iluminaron con ecos de la edición anterior, una reminiscencia del salvaje estreno de la edición del año pasado, con su sermón de la montaña 3.0 y su apocalipsis según Aphex Twin. Sin embargo, este año, el furioso apóstol del techno y del caos cedió el testigo a los paladines del pop gaseoso y versallesco, Air, demostrando que el festival Sónar es un campamento base para una variedad de experiencias.

El dúo francés de Air, Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin, revivieron su época de máximo esplendor creativo y comercial en la revisión integral de ‘Moon Safari’, su debut de 1998. Fue una presentación llena de belleza y también algo plúmbea. Fue como un viaje a la luna, un paseo lunar de diez minutos con escalas en la elegancia del pop y la trascendencia. En un escenario diseñado como un escaparate panorámico de los Campos Elíseos, Air hizo lo que mejor sabe hacer: ser Air.

El Sónar de Día: Una Fiesta de Ritmo y Calor

Mientras que el Sónar de Día fue una verdadera fiesta de ritmo y calor. Con un clima que invitaba a la juerga y al baile, el público disfrutó de actuaciones memorables como la de Laurent Garnier, quien con su música hizo que todos levantaran los brazos al cielo. Y también fue el escenario de la actuación delirante del keniata Kabeaushé, con su pop fluorado, su actitud de estrella del punk y sus trajes que parecían de toreros mariachis.

Entre las actuaciones más destacadas del festival, también estuvo la de Jessie Ware, la nueva diva del disco, quien con su vozarrón de otra época y su energía en el escenario, logró revivir el festival y meterlo en el bolsillo de todos los asistentes. Con temas como ‘That! Feels Good’ y ‘Shake the bottle’, Jessie Ware demostró ser una fuerza de la naturaleza, desatando un torbellino de hedonismo y buen rollo.

Pero el Sónar no es sólo un festival de música electrónica, también es un espacio para la experimentación y la vanguardia. Prueba de ello fue la actuación de Surgeon y Speedy J, quienes, sin proyecciones ni adornos, ofrecieron una clase magistral de techno de vieja escuela. Con ritmos de precisión quirúrgica y un sonido que parecía surgir del motor de un Boeing 747, Surgeon y Speedy J demostraron que en el Sónar, la música es una cuestión de siembras y cosechas.

Además de la música, el Sónar es también un espacio para la exploración de nuevas tendencias y sonidos. Entre las propuestas más interesantes de este año, destacaron las de Verde Prato, con su deconstrucción del folk en euskera; Ela Minus, con su mezcla de sintetizadores, cámaras de videovigilancia y tecno-pop musculoso; y Kelly Moran, con su piano clásico. Un festival que no deja de sorprender y maravillar a sus asistentes.