¿A qué le teme Pedro Sánchez?

El atractivo de una estrategia diseñada con metrónomo puede parecer inicialmente cautivador, pero con cada hora que pasa, la certeza de su incompatibilidad se intensifica. Este fenómeno se está volviendo cada vez más evidente en el ámbito de la planificación estratégica, donde los ejecutivos y líderes buscan continuamente formas innovadoras de hacer avanzar sus organizaciones.

La estrategia del metrónomo se refiere a una metodología en la que los procesos de toma de decisiones se realizan con una precisión y ritmo constante, similar a la función de un metrónomo en la música. El metrónomo, para aquellos que no estén familiarizados con el término, es un dispositivo utilizado por los músicos para mantener un ritmo constante en su música. En el contexto de la planificación estratégica, esta estrategia implica tomar decisiones a un ritmo constante y medido, sin importar las circunstancias.

El atractivo de esta estrategia es evidente. En un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA, por sus siglas en inglés), la idea de tener un enfoque constante y medido para la toma de decisiones parece una elección lógica. La regularidad y la previsibilidad proporcionadas por la estrategia del metrónomo pueden proporcionar una sensación de seguridad y estabilidad.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la certeza de la incompatibilidad de esta estrategia se ha vuelto cada vez más evidente. No se trata solo de una cuestión de inferir teorías o de hacer suposiciones sin fundamento. Es un reconocimiento creciente de que la estrategia del metrónomo puede no ser la respuesta a los desafíos que enfrentan las organizaciones en el mundo VUCA de hoy.

Primero, una estrategia de metrónomo no tiene en cuenta la realidad de que el entorno empresarial está en constante cambio. Las organizaciones no operan en un vacío. Están influenciadas por una gran cantidad de factores externos que pueden cambiar rápidamente y de manera inesperada. Una estrategia de metrónomo, con su enfoque en la regularidad y la constancia, puede no ser capaz de adaptarse lo suficientemente rápido a estos cambios.

En segundo lugar, una estrategia de metrónomo puede inhibir la innovación y la creatividad. La presión para mantener un ritmo constante de toma de decisiones puede desalentar la experimentación y el pensamiento fuera de la caja, ambos fundamentales para la innovación. Además, puede llevar a los líderes a tomar decisiones precipitadas, en lugar de dedicar el tiempo necesario para considerar todas las posibilidades y consecuencias.

Tercero, una estrategia de metrónomo puede exacerbar el agotamiento y el estrés en los empleados. El ritmo constante de toma de decisiones puede crear una presión constante para producir resultados, lo que puede llevar a la fatiga y al agotamiento.

Por último, una estrategia de metrónomo puede alienar a los stakeholders. Un ritmo constante de toma de decisiones puede dar la impresión de que la organización está más centrada en el proceso que en las personas. Esto puede llevar a los stakeholders a sentirse desconectados y desilusionados, lo que a su vez puede afectar su compromiso y apoyo a la organización.

Así pues, aunque la idea de una estrategia de metrónomo puede parecer inicialmente atractiva, la realidad es que puede no ser la mejor opción para las organizaciones en el mundo VUCA de hoy. En lugar de buscar regularidad y constancia, las organizaciones podrían beneficiarse más de una estrategia que enfatice la flexibilidad, la adaptabilidad y la capacidad de respuesta ante los cambios.

La incertidumbre y la complejidad son realidades inevitables en el mundo empresarial actual. En lugar de tratar de imponer un ritmo constante a estas realidades, las organizaciones necesitan estrategias que les permitan navegar eficazmente a través de ellas. En lugar de una estrategia de metrónomo, las organizaciones pueden necesitar una estrategia más parecida a una improvisación de jazz, donde la capacidad de adaptarse, innovar y responder a los cambios es clave.