El mundo financiero y la banca en particular están experimentando un periodo de notable interés. Increíblemente, algunos banqueros manifiestan preocupación no por la falta de ganancias, sino por sus altas expectativas de obtenerlas. Su ansiedad se genera a partir de la realidad de que, tras un récord de beneficios el año pasado que superó al anterior antes de la crisis financiera de 2008, se encuentran en una posición incómoda ante la posibilidad de que se elimine o reforme el impuesto que grava sus ganancias. Este temor se intensifica en el actual clima electoral.
Hay analistas que prevén un año menos fructífero que 2023, un año en que la banca maximizó su rendimiento aprovechando la escalada de los tipos de interés. Sin embargo, la banca en general prevé que su buena racha se prolongue al menos hasta mediados de este año. Se espera que el Banco Central Europeo (BCE) comience a reducir el precio del dinero, siempre que la inflación lo permita. En los Estados Unidos, con una economía más sobrecalentada, la Reserva Federal ha comenzado a considerar la posibilidad de retrasar las bajadas.
El sector bancario, que anticipa con más inquietud los años 2025 y 2026, argumenta que en los últimos años las obligaciones regulatorias se han disparado. Este incremento se produjo durante un periodo en el que los intereses, el sustento del negocio bancario, eran negativos. Fue con la subida abrupta del precio del dinero, ahora en el 4,50%, que el sector bancario comenzó a respirar con más facilidad.
Los banqueros argumentan que el actual impuesto a las ganancias está mal diseñado y tiene efectos indeseables. Uno de ellos es que no tiene en cuenta que cuando suben los intereses el crédito se encarece, pero también aumenta lo que se paga a los clientes, aunque este aspecto ha sido postergado considerablemente. Otro problema es que este impuesto se aplica a las entidades que en 2019 ingresaron por intereses y comisiones más de 800 millones. De esta forma, un banco pequeño que es más rentable que uno grande se penaliza al segundo solo por su tamaño.
Además, si los beneficios continúan siendo altos y también el reparto de dividendos, que fue prohibido por el BCE de marzo de 2020 a septiembre de 2021 debido a la pandemia, será difícil para la banca ganar adeptos en su lucha contra el impuesto.
A pesar de estas preocupaciones, la banca sigue siendo un sector fuerte y en crecimiento. Sin embargo, las preocupaciones fiscales y las incertidumbres regulatorias pueden representar desafíos significativos para el sector en los próximos años. En este contexto, la habilidad de los bancos para adaptarse a las cambiantes condiciones económicas y fiscales será esencial para su éxito continuado.
A medida que las condiciones económicas y fiscales continúan evolucionando, la capacidad del sector bancario para adaptarse a estas cambiantes circunstancias será esencial para su éxito. Tanto los banqueros como los legisladores deberán prestar atención a estos desafíos y trabajar de manera proactiva para abordarlos en los próximos años.