La historia de Joaquima Sardà es una que desafía las probabilidades. Nació en 1914, cuando la primera guerra mundial estaba en marcha y la penicilina aún no se había inventado. Ahora, a la edad de 109 años, vive en el barrio de Sant Andreu de Barcelona, y es considerada por los médicos como una de las personas más longevas no solo de España, sino del mundo. El secreto de su longevidad, según los geriatras, es que simplemente no hay secreto. Creen que «algo en su biología» le permite vivir tanto tiempo.
A pesar de su edad, Joaquima sigue siendo autónoma. Camina por sí misma, cuida de sus necesidades personales, vive sola (aunque dos sobrinos que residen en el mismo edificio cuidan de ella) y puede mantener una conversación sencilla, aunque su audición se ha deteriorado con el tiempo. A lo largo de su vida, Joaquima ha trabajado como carnicera y modista, y fue profesora de corte y confección. Ahora, a sus 109 años, disfruta haciendo ganchillo y regando las plantas.
Actualmente, Joaquima se encuentra hospitalizada en la Unidad de Geriátricos Agudos compartida por los hospitales de Sant Pau y Dos de Maig, debido a una infección en una herida en la pierna. Sus sobrinos la visitan y le llevan habas para que se mantenga ocupada pelándolas. Los médicos que la atienden se asombran con su caso, considerándolo «excepcional», ya que la esperanza de vida de las mujeres en España es de 86 años. Cuando Joaquima nació, la esperanza de vida era de solo 40 años.
Joaquima representa una realidad cada vez más común: el envejecimiento poblacional. Según Jordi Mascaró, jefe de la Unidad de Geriatría del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, «Cada vez veremos más casos como los de Joaquima, aunque seguirán siendo la excepción». La clave para enfrentar este «tsunami» de personas envejecidas es tratar a tiempo la fragilidad para evitar caer en una fase de dependencia.
Las cifras reflejan esta realidad. Según el Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat), se calcula que en el año 2030 una cuarta parte de las personas de Catalunya será mayor de 65 años. Esta cifra se incrementará hasta una tercera parte en el año 2060, equivalente a 2,6 millones de personas, de las que más de 700.000 tendrán más de 85 años.
Para geriatras como Mascaró, es esencial evitar la «fragilidad», una «condición reversible» que puede conducir a la «dependencia». Sugiere que el sistema debería invertir más en programas para detectar la fragilidad. Un ejemplo son las personas a las que les cuesta caminar o que tienen dificultades para levantarse solas de la silla.
Además, Mireia Mascaró, geriatra en Sant Pau y en el Hospital Dos de Maig, enfatiza la necesidad de «equidad territorial». Según ella, «depende de dónde vivas tendrás unos recursos u otros». La meta no debería ser simplemente prolongar la vida, sino «dar más vida a los años».
Jordi Amblàs, director de Atención integrada social i sanitària de la Conselleria de Salut, identifica el envejecimiento poblacional como uno de los principales desafíos de la sociedad, junto con el cambio climático. «El tsunami demográfico ya lo tenemos aquí y las cifras son muy contundentes», dice. Según Amblàs, el 80% de los resultados de la salud de una persona dependen de sus circunstancias personales, económicas y ambientales, así como de sus hábitos de vida.
En respuesta a esta creciente necesidad, Catalunya ha lanzado la Agència Integrada Social i Sanitària, un proyecto pionero en España que busca proporcionar a las personas dependientes una atención sanitaria y un acompañamiento social más coordinados.
La historia de Joaquima Sardà y las realidades que ilustra son un recordatorio de la importancia de la atención a la salud y el bienestar en la vejez. Tal vez no haya un «secreto» para la longevidad, pero es evidente que un enfoque proactivo y compasivo hacia la atención geriátrica puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de las personas mayores.