El Día En todo el mundo de la Mujer 2023 tiene como lema ‘Abrazar la igualdad’. Pero, ¿qué es la igualdad, exactamente en qué se distingue de la igualdad y por qué razón charlamos de ella en este momento? Los conceptos de igualdad y igualdad fomentan los dos la justicia, pero hay una diferencia esencial. La igualdad es la meta de que todos reciban exactamente el mismo trato, tengan exactamente el mismo ingreso a las ocasiones y una sección justa de la riqueza que se crea en la economía. No obstante, la igualdad aborda de forma directa las pretensiones únicas de cada sujeto y trata a cada individuo de manera diferente en función de esas pretensiones. Pero, un poco irónicamente, el trato dispar descrito por la igualdad puede ser un requisito previo para lograr la igualdad.
La igualdad no radica en eliminar a los que tienen, sino más bien en ofrecer un empujón a los que lo precisan.
Hay un dicho muy trillado, pero no por este motivo menos acertado, que sintetiza entre las primordiales resistencias a la iniciativa de igualar las condiciones: «En el momento en que andas habituado a los permisos, la igualdad se siente como opresión». Puede ser impresionantemente bien difícil corregir la creencia de que alguien es tratado de manera injusta a través de sacrificios activos para hacer una sociedad mucho más balanceada. En cierta manera llevan razón, la igualdad quiere decir que varias personas reciben mucho más asistencia que otras.
Antes de ingresar al aspecto de los aciertos o fallos de este enfoque, recapitulemos resumidamente las motivaciones que lo impulsan. Por el hecho de que pienso que esto nos va a ayudar a conocer las causas morales y prácticas por las que adoptar la igualdad es lo preciso.
Las mujeres forman un número desmesuradamente pequeño de prestatarios y ahorrativos, y las mujeres no bancarizadas sobrepasan en número a los hombres no bancarizados. Con independencia de su contribución a la economía, tienen mucho más posibilidades de caer en la pobreza que los hombres y de trabajar en empleos precarios y mal retribuidos. Las mujeres están mal atendidas en las funcionalidades mucho más básicas del campo bancario, con lo que no debería sorprendernos que asimismo estén infrarrepresentadas en la mano de obra bancaria. Y cuanto mucho más prominente es el cargo en el campo, mucho más aguda es la disparidad.
¿Por qué razón? Ahora hemos superado el punto de argumentar que las mujeres son menos capaces que los hombres para conducir el dinero y tomar resoluciones empresariales; en verdad, es todo lo opuesto. Tampoco las disculpas sobre los permisos de género habituales en el sitio de trabajo son ni remotamente admisibles en 2023. Todas y cada una de las sociedades evolucionan transcurrido un tiempo, los sitios de trabajo y los permisos de género se convierten con ellas, y cualquier cambio que cree una sociedad mucho más justa y también igualitaria ha de ser bienvenido. Iría aún mucho más lejos y afirmaría que cualquier persona que afirme estar sencillamente entusiasmado en «proteger los permisos de género habituales» es poco sincero (seamos francos nuevamente, es absurdo que todavía estemos teniendo este enfrentamiento en 2023). Es simple conseguir ejemplos de trabajos que antes se consideraban “femeninos” en las sociedades occidentales consiguiendo una asociación con la hipermasculinidad en temporadas siguientes. Las apelaciones a la «tradición» son siempre y en todo momento subjetivas, y se fundamentan en escoger qué tradiciones preservar y cuáles olvidar convenientemente.
Todavía hay quienes se niegan tercamente a admitir que la igualdad sea un fin deseable por derecho propio, hay quienes afirman que la desigualdad impulsa de alguna manera la imaginación y la competitividad. Permítanme replicar desde un criterio ético ontológico afín: está probado que las sociedades mucho más igualitarias generan mejores desenlaces para todos, no solo para los que reciben una asistencia agregada. Los países ricos que dividen su riqueza y sus ocasiones de manera mucho más equitativa consiguen mejores desenlaces académicos y gozan de comunidades mucho más cohesionadas, con inferiores escenarios de mala salud, encarcelamiento, pobreza y delitos violentos, en comparación con los que dividen la riqueza y las ocasiones de manera dispar.
Así, la igualdad es buena, tanto si la tenemos en cuenta un fin noble por derecho propio tal y como si la tenemos en cuenta en los términos utilitarios mucho más rigurosos. Pero, ¿de qué forma lograr que el campo financiero sea mucho más igual? Las afirmaciones en general tienen una herramienta limitadísima en el momento en que la desigualdad es percibida de distintas formas por los clientes de los servicios de nivel básico, los solicitantes a integrantes de los consejos de administración y todas y cada una la gente medias en todos y cada uno de los escenarios de la industria. Y esto nos transporta al quid de la cuestión de por qué razón debemos charlar de igualdad aparte de igualdad. La igualdad pide que procuremos resoluciones distintas para inconvenientes distintas. Significa adoptar un enfoque humano que trate a la gente como individuos con habilidades y pretensiones únicas, antecedentes y pretensiones únicas. La carencia de ingreso de las mujeres a los servicios bancarios es un inconveniente diferente, si bien interrelacionado, al de la infrarrepresentación de las mujeres en los puestos directivos. La igualdad significa utilizar las intervenciones correctas para todos estos inconvenientes. Sí, es considerablemente más complejo que sencillamente «tratar a todos por igual». Sí, semeja bien difícil. No, eso no es explicación para no progresar.
El Día En todo el mundo de la Mujer y también ideas como el Club del 30% contribuyen en buena medida a inspirar la acción como campo y como personas en ese campo en los términos que nos encontramos discutiendo. Pero no dejemos que la multitud que hace las reglas se libren de ellas. Varios argumentarán que no corresponde al gobierno intervenir en nuestras vidas con el nivel de aspecto que pide la igualdad. Pero diría que ese es precisamente el papel de la regulación. Las normativas hay para defendernos en todos y cada uno de los campos de la vida, los turismos que conducimos, los alimentos que ingerimos y, no menos esencial, el desempeño de nuestros sistemas financieros. Dados las ventajas probados de la igualdad para toda la sociedad, y admitiendo que la igualdad es que se requiere para conseguir la igualdad, cualquier gobierno responsable que actúe en el más destacable interés de sus ciudadanos debería regular para promover y aceptar la igualdad.
Para comprender dónde regentar nuestros sacrificios hacia una mayor igualdad, es escencial que las prácticas de contratación sean con transparencia, tal como que se aborde de manera clara la brecha salarial entre hombres y mujeres. Las organizaciones con prácticas de contratación y remuneración justas tienen mucho más posibilidades de captar aspirantes de alta definición de todos y cada uno de los orígenes. No obstante, en el momento en que las compañías no ven o no se encargan de la relevancia de la representación y la variedad en la mano de obra, debería considerarse la app de prácticas de remuneración y contratación mucho más con transparencia: tras todo, se demostró que la app de leyes de protección del empleo mucho más estrictas lleva a un incremento de la participación a través de obra y a un descenso del desempleo. Las dos cosas son positivas para el grupo de la sociedad.
Así, en este momento nos encontramos dispuestos para emprender la eterna objeción a la igualdad: hablamos de una doctrina que, si bien asegura que trata de igualar a la gente, fomenta activamente resoluciones que tratan a la gente de manera dispar. Esta objeción no se apoya en los puntos prácticos o los desenlaces de la igualdad, sino más bien en una contradicción percibida en su lógica subyacente. Así, defenderé la ética de la igualdad en esos términos. La igualdad, donde la gente reciben un trato justo y acompañamiento como individuos, una parte de la iniciativa de que la máxima extendida (en el sentido kantiano de “ley universal”) «todas y cada una la gente tienen que recibir exactamente el mismo trato» es deficiente para conseguir verdaderamente la igualdad: pues charlar de «igualdad de trato» no posee siempre presente las condiciones que ya existían de las partes. Es bastante simple que alguien que diviértete con permisos arraigados pase a un individuo mejor cualificada y con mucho más talento que viene de un ambiente menos favorecido, en el momento en que los dos reciben de forma directa exactamente el mismo trato. No obstante, es mucho más posible que la máxima extendida «debemos prosperar el ingreso a las ocasiones de quienes carecen de ellas» conduzca a una mayor igualdad. En consecuencia, no es una contradicción asegurar que la igualdad, en el momento en que se define como la prestación de diferentes escenarios de acompañamiento en función de las pretensiones y habilidades del sujeto, va a dar rincón a una mayor igualdad.
Me agradaría terminar con una nota conciliadora, por el hecho de que si verdaderamente es verdad que «en el momento en que andas habituado a los permisos, la igualdad se siente como opresión», es imposible seguir sin emprender esta percepción. Las indagaciones prueban que quienes gozan de una situación de privilegio tienden a localizar mucho más bien difícil empatizar con quienes no la tienen. Además de esto, semeja que disponemos un impulso instintivo de racionalizar nuestros éxitos como producto de una perspicacia superior, si bien para un espectador de afuera esté claro que somos los adjudicatarios de un privilegio. Pero si tenemos la posibilidad de entrenar la empatía, nos resultará mucho más simple ver que la igualdad nos favorecerá a todos, y que si abrazar la igualdad supone la renuncia al privilegio por la parte de ciertos, no significa abandonar las ventajas que se derivan para todos.
*Martina Hoffard es quien se encarga de marketing de Spectrum Markets